Anécdotas, Cuentos, Historias

viernes, 24 de octubre de 2014

La casa encantada.

Del  Camellón.
Casa encantada Fot Hr.


Uno de los primeros edificios de Miraflores, fue aquel construido, en la calle que va del parque principal, hacia el viejo hospital Elías Olarte, precisamente al margen derecho, en el lugar llamado el camellón, frente a la casa de don Rosendo Toro, conocida por todos los habitantes, y turistas, por su venta de quesos, almojábanas, pan de maíz y alfandoques, entre otros manjares  locales.

Este edificio  de ladrillo a la vista, de tres pisos, de arquitectura moderna para el entonces, con cinco arcos, en sus puertas y ventanas,  fue  construido por Efraín Barreto Rojas,  oriundo de Campo Hermoso, exactamente de la vereda de  Encenillo, uno de los  pocos y primeros liberales de Campo Hermoso, quien precisamente, debió vivir en  Miraflores por asuntos políticos, casado con Soledad Roldán Cuervo,    oriunda de Miraflores, hija de Sergio María Roldán  hijo de emigrantes antioqueños y Ana Rosa Cuervo,  oriunda de la vereda del Morro.

La construcción del edificio, duró aproximadamente unos 2 años,  en el primer piso, funcionó  el almacén, el segundo piso  se uso como gran bodega y el tercero como vivienda. Allí funciono por años, una de las mayores centrales de distribución de  víveres, rancho y licores, para toda la  región del Lengupá,  desde allí se despachaba con destino a Páez, y Campo Hermoso,  en mulas de carga  todo tipo de mercancía del momento, y se vendía al por mayor mercancía que abastecía  otros almacenes comerciales del entonces. El comercio  era tan fluido en  Miraflores a tal punto que fue declarado,como el principal centro comercial,de la región, llegando a recibir Miraflores en  esos momentos los apelativos  por demás muy elegantes, de, “Perla del Lengupá, o la Puerta de oro de los llanos”.

Después, sus propietarios, debieron abandonar  de manera urgente el  pueblo por los asuntos de la  guerra de los años SIN- CUENTA,  cuando se descubrió que en una estatua con la imagen de la Virgen del Carmen, proveniente de Garagoa  y con destino a Páez, estaba llena de armas de  corto y largo alcance, y cuyo fin era el de ser suministradas a los chulavitas acantonados en la región.

Por años funciono allí en este edificio, en el primer piso  almacenes  de víveres,  hasta que fue adquirida por Oscar Rivera y Rosarito Alfonso, para desarrollar su negocio de bicicletería (taller, almacén, venta y alquiler de triciclos y bicicletas), cuentería (venta y alquiler de cuentos),  venta de álbumes, “cromos o monas” de diferentes colecciones de moda del entonces, también era  heladería, y venta de gaseosas, dulces,  y golosinas variadas;  y años más tarde restaurante y cafetería.

La bicicletería, cuentería y heladería,  que Oscar y Rosarito, instalaron en el primer piso del edificio,  hacía parte de las pocas diversiones que por años tuvimos  los niños, jóvenes adolescentes y adultos de la época, ya que en este lugar  los niños a diario, pasábamos gran parte de nuestro tiempo libre leyendo  los cuentos  de la Zorra y el Cuervo, Kalimán, Arandú, Tuco y Tico las urracas parlanchinas, Red Rider, Linterna Verde, Supermán, Tío Rico, El Santo, El llanero Solitario, entre otros más, y alquilando triciclos y bicicletas,   en las que muchos pudimos  aprender, después de unos cuantos cuartos de hora, múltiples caídas , pinchazos, accidentes, y daños a los caballitos de acero, mismos que debíamos pagar indefectiblemente, porque  todo tenía un precio  y  no había rebaja alguna.

Mientras leíamos  los diferentes cuentos, sentados, al principio en  bancas largas de madera, en  donde cabíamos tres, cuatro  o mas niños, mismas que al poco tiempo  fueron cambiadas por sillas individuales, de hierro  forradas en mimbre de  diferentes colores, también saboreamos un  helado, de vainilla, de coco, o de queso, que sabían hacer muy buenos. El préstamo de los cuentos era PERSONAL, y no se podía leer un cuento en compañía, ni  intercambiarlos, ya que  se le llamaba la atención, y si no se atendía la misma, le cobraban al infractor el doble,  lo sacaban de la cuentería, y le sancionaban por un tiempo  no  alquilándole los interesantes cuentos. Luego todos aunque queríamos compartir, o intercambiar,  no lo hacíamos por temor a la sanción. Tiempo después,   implementaron una nueva modalidad de préstamo e intercambio de cuentos  pero con un recargo adicional por los servicios prestados,  valor que se pagaba igualmente sin recato y sin objeción alguna.

La cuentería de Oscar  y Rosarito, fue una de las primeras,   pero luego le salió competencia, con otras cuenterías, entre ellas la de la familia Castillo Quintero,  y la de Tiberio Martínez, que  en su momento se volvieron  muy importantes y superaron   la de la casa del camellón. Estas nuevas cuenterías, especialmente la de la familia Castillo Quintero, fueron más flexibles, con sus clientes, tenían más promociones y condiciones diferentes, lo que  permitió una sana  competencia entre las mismas y más beneficio para nosotros los asiduos clientes.
Oscar Rivera y Rosarito Alfonso Fot. cortesía de la familia Rivera Alfonso.

En cuanto a la bicicletería, de Oscar y Rosarito, pudimos alquilar los triciclos  cuando  pequeños;  y ya mas grandecitos bicicletas,   en ellas aprendimos, sin poder movernos de la cuadra y bajo la vigilancia  permanente de Héctor Rivera, o de Nelson Rivera, hermanos de Oscar, quienes con un grito,  indicaban el tiempo y le señalaban como actuar, y cobraban por el servicio.  

Después de saber maniobrar bien, el caballito de acero, podíamos salir a dar  vueltas por el parque principal y los más  experimentados  lo hacían por   las diferentes calles del pueblo, mientras  todos pasábamos en cada vuelta  por el frente de  la casa encantada  gritando tiempoooooo?  y esperando que la respuesta fuera que aun quedara algo del mismo,  porque  las condiciones económicas solo alcanzaban para alquilar por cuartos de hora y el más poderoso en billetes, máximo una hora. Luego si nos pasábamos del tiempo límite, el pago se debía hacer como lo hacen hoy los parqueaderos, hora o fracción y no nos alcanzaba para refrescarnos con el delicioso helado que hacían también allí y que vendían por $0,10 o $0,20 centavos, años  mas tarde subieron de precio hasta los $0,50 y   $1 peso del entonces.

En horas de la madrugada, y  por motivación del mismo Oscar quien siempre fue promotor del ciclismo en el pueblo, se hacían entrenamientos en bicicleta, siempre esperando poder participar en alguna competencia local, ya que el  deporte  del ciclismo en ese entonces  era  muy importante dentro del contexto local y nacional. Luego muy a las 4 de la mañana,  se llegaba a  la casa encantada, a  sacar la bicicleta, para entrenar, dando  múltiples vueltas en circuito, arrancando por el camellón, el ancianato, la alcaldía, el ocobo, la palma, el cementerio,, retornando  por la parte superior, pasando por el rubí,  la esquina del chisme en  parque principal, y cerrando el circuito  una y otra vez hasta las seis de la mañana.  A estas salidas diarias y permanentes durante el año,  se sumaban  veteranos y juveniles ciclistas, como Adolfo Romero, a quien según comentaban,  fue descartado para participar en competencias nacionales, por que cuando pedaleaba, abría las piernas y con las rodillas golpeaba a los demás ciclistas, dejándolos fuera de ruta, Adolfo Romero, junto con Oscar Rivera,  Moisés Garzón,  Luis Martínez. Hernando Mendoza (el Trompi),  Luis Ramírez, Tiberio Martínez,  Orlando Camargo, Pablo Castillo Quintero, Álvaro Espejo, Rolfe Arguello, Salvador Vallejo, Guillermo Vanegas (el Morraco), Darío Daza, Mario Patarroyo, Edgar Julio Gutiérrez, Jorge Oswaldo Vaca, Germán  y Rolfe Barrera, Gustavo Perilla, Rigoberto Medina, los hijos de Luis Ramírez, Nelson Colmenares, Nelson Monroy,  y  otros tantos más,  hacíamos parte del diario  y sano esparcimiento, todos  con  una meta, participar en  la competencia local y  con la  ilusión y sueño, de llegar a ser igual  o más  grandes que los ciclistas de la época, como lo fue  Cochise Rodríguez,  Rafael Antonio Niño, escobita Morales y Álvaro Pachón. Glorias del ciclismo nacional y referente del entonces en este deporte.


Fot . Cortesia Oscar Rivera Alfonso.

La casa encantada, luego se convirtió en restaurante y cafetería, en donde Rosarito,  preparaba  los mas deliciosos  postres y alimentos  que  también pudimos disfrutar,  en su restaurante- cafetería  y   era habitual ver a las diferentes familias pedir una deliciosa gelatina con crema y helado  o un suculento almuerzo, con sopa especial y  principio de ricas y frescas habichuelas, acompañado de torta de mazorca  y un fresco y abundante jugo de Champa o Chamba  en leche  y  otras frutas de temporada.

La casa encantada,    ha sido  la testigo muda de muchos eventos del pueblo, ya que ha visto desfilar  calladamente  a muchas generaciones,  fue  testigo de  encuentros  sigilosos entre godos y cachiporros,  fue testigo de  reservados planes  de los liberales en la  logística, planificación y asesoría militar en la toma de Páez,  fue el punto en donde el viejo Pedro, desenmascaró  uno de los mas  secretos planes de abastecimiento de armas para los chulavitas, fue uno de los principales puntos del comercio local,  fue punto de diversión y sano esparcimiento de  casi todos los niños de la generación del  60, 70 y 80,   y   también fue  protagonista de uno de los pocos accidentes de intento de suicidio ocurridos en el pueblo, cuando un paisano, se lanzo desde el techo, de esta casa a la calle, pero  que  en su alto y no bien programado vuelo, quedo enredado en los cables de alta tensión, salvando asi su vida, sin embargo quedando  el osado, con unas secuelas muy difíciles de superar.

Sobre esta construcción, allí en el camellón, denominada la casa encantada, han transcurrido y se han tejido muchas  historias llenas de encanto y nostalgia, por lo que debemos conservar su arquitectura, ya que sus paredes, aun llevan  silenciosamente  los secretos de la guerra, y las alegrías de varias generaciones de este nuestro bello Miraflores, que hoy muchos recordamos con gran nostalgia, no solo en el municipio, sino en toda Colombia y en el mundo entero en donde hay un mirafloreño.

Esta historia ha  sido escrita con el mayor cariño y respeto,  con el ánimo, apoyo  y  ayuda de muchos paisanos, quienes se pronunciaron a través del FB  cuando vieron  la fotografía de la casa encantada, y empezaron a recordar con cariño y nostalgia los tiempos vividos  y pasados allí en la cuentería, bicicletería,  heladería, restaurante, y cafetería, propiedad de Oscar Rivera y Rosarito Alfonso,  y familia.





Gracias  a: Dora Rivera, Isabela Antonia Morantes, Nidya Yaneth Barreto Pinzón, José Miguel Ramírez, Hugo Arias Pulido, Oscar rivera Alfonso, Julio Roberto Pinzón Moreno, Olga Leonor Torres Muñoz, Gustavo Perilla, Jenny carolina Roa Roa, Monita Roa Sánchez, Gonzalo Rojas, Alejo Ro-di, Paula Rivera, Nelson Monroy, Carlos Arturo Rojas, Rolfe Ortiz

No hay comentarios: