Anécdotas, Cuentos, Historias

sábado, 25 de octubre de 2014

EL POLOCHA.



La escuela Rafael Uribe Uribe, de Miraflores, fue esa institución en donde  varias generaciones, debimos adelantar nuestros estudios de educación básica primaria,  allí en sus  aulas tuvimos el privilegio de  poder compartir el conocimiento sin distingo social, porque en la época  no existía ningún tipo de colegio o escuela privada  en el  pueblo,  que  nos separara de acuerdo a la condición social o económica. Siempre he dicho que  la educación pública  en nuestro país, no solo es de buena calidad, sino que  quienes hemos tenido la fortuna de recibirla, adquirimos conceptos más globales de la realidad  del país,  y de las condiciones  a las cuales  debemos enfrentarnos dentro de nuestro contexto  nacional.
Cuando  niños, nuestros padres, nos matriculaban en la Rafael Uribe Uribe y  nos llevaban a unos por la buenas, y  a otros  obligados, a  la escuela,   Rafael Uribe Uribe, para  que recibiéramos nuestra primera formación académica, y se complementara la educación de casa, y  se aprendiera  lo que los profesores enseñaran en ese entonces.

Recuerdo como  en Febrero de cada año,   antes de iniciar a estudiar,  nos compraban zapatos nuevos de color negro,  unos tenis  blancos marca Panam, blancos, los  cuadernos  rayados,  cuadriculados, y ferrocarril, con sus respectivos forros plásticos,   lápiz, tajalápiz, regla,  la cartilla del momento, y dos lapiceros uno de color rojo y uno azul, y algunos de los más afortunados  unas  botas  de caucho marca patico de color azul,  rojo,  o negro, mas unos capotes plásticos para  cubrirnos de la lluvia en el invierno.
Todos estos útiles excepto las botas y los capotes, iban casi a diario  dentro de nuestra maleta de cuero color café, que tenia las letras a,b,c, acompañadas de  muñecos coloridos e impresos  sobre el cuero en la tapa de la maleta  en colores azul, y naranja o amarillo, blanco y rojo, mismos que sobresalían a la distancia.
No todos teníamos  la fortuna o dicha de tener  nuestros útiles completos, y aunque muchos de nuestros padres no tuvieran   el dinero suficiente, siempre y cada año hacían  su mayor esfuerzo por darnos  lo necesario y suficiente para   nuestro estudio. Sin embargo había muchos niños compañeros nuestros que  por más esfuerzo que pusieran sus padres o madres, no  podían tener lo que muchos otros teníamos o lo que a otros tantos les sobraba.   Y uno de ellos era  nuestro compañero de estudio POLOCHA.
Polocha, Guillermo su nombre, lo recuerdo con  nostalgia,  al sentir ahora de  adulto, como  un  niño   en tan difícil situación, económica , y social, debió soportar los rigores de la educación, debido a su rebeldía,  y a su comportamiento, sumado a las  formas de ver la vida  en esa época por parte de  los profesores de turno. Nosotros igual no  alcanzábamos a entender  muchas cosas, relacionadas con  los comportamientos, del ser humano y solo  mirábamos con asombro ciertas cosas y justificábamos la corrección de las diferentes faltas por parte de los profesores como algo normal, sin importar lo  crueles que fueran  los castigos.
Polocha, hermano de  Luis  la chapa,  padre del Chicha,  e hijo de una señora que por años vivió por el lado del cogollo,  madre soltera, situación que por sí sola, para la época la ponía en serias desventajas,  que sumadas a su condición económica , no le permitan dar a su hijo  ni siquiera lo necesario  para  poder asistir a la escuela como todos los demás.
La  rebeldía del  niño,  se manifestaba  a diario con sus compañeros, y con los profesores de  la escuela ,  en comportamientos y acciones que eran corregidas, con castigos  muy fuertes, tales como mantenerlo  al frente de todos, los compañeros de pie,  o de rodillas, con los brazos arriba por largos periodos de tiempo,   o  darle golpes en las manos o espalda, con una regla de madera larga y ancha que  mantenía un profesor siempre al alcance,  o golpes con una rama de café seco, que igual alguna de las profesoras de turno y vigilancia mantenía bajo su  brazo mientras daba vueltas por toda la escuela buscando  a quien corregir, siendo uno de los más grandes castigos, cuando  por  decirle a un profesor del entonces “No me joda”, fue lo suficiente para que  de rodillas, le obligara a dar varias vueltas al patio cementado de la escuela, con dos ladrillos, en las manos y los brazos arriba, castigo que inició, con llanto en los ojos, y viendo a este profesor, con  mirada desafiante, hasta que  a los pocos minutos,  de sus rodillas le salió sangre, y fue ahí cuando se levantó del piso sin cumplir el castigo  y llorando le tiro  un ladrillo a los pies del profesor, gritándole HP. Situación que de manera inmediata le dio la expulsión de la escuela. Y  nunca más el  niño  siguió estudiando por qué no  era aceptado.
Hoy  no logro entender como  muchos de los padres podían aceptar que los profesores,  castigaran de manera tan fuerte a los niños,  y más aun no entiendo como   no se lograba entender y explorar el por qué un niño  se comportaba de una u de otra manera y especialmente aquella de la rebeldía  y mal comportamiento social para el entonces.
Guillermo,  Polocha, nuestro compañero de escuela,  varios días  de la semana asistía a la escuela con  su  único pantalón, de color azul oscuro   que le cambiaba los bolsillos,   para dar la impresión de que tenía  varios, siempre  con una camisa blanca y  sus zapatos en muy regular estado, pero siempre limpio.  No tenia cartilla de lectura, ni  cuadernos nuevos como todos los demás, el debía usar algunos que sobraban del año anterior o los que la profesora Isabel Robayo de Jiménez le donaba, cuando iba a comprar los cuadernos para otro compañero, Alfredo Junco.,  muchas veces  vi  a Guillermo, borrando, las paginas  ya escritas con  lápiz para poder hacer una siguiente tarea,  y algunas veces, le preste mi lapicero de color rojo y azul para que escribiera, por que él no tenia. Sus pocos útiles escolares, los  cargaba en una bolsa hecha en tela,   y dentro de ella otra bolsa, llena de bolas de cristal y  uno o dos trompos, misma que  llevaba a diario  a la escuela.
Guillermo, un niño que no tuvo oportunidad como  nosotros y al que no se le brindo apoyo y comprensión alguna por parte de sus profesores, siempre fue estigmatizado como un niño de la calle,  como un niño “Malo” por su rebeldía,  y muchas veces por su irreverencia, un niño que todo lo que hacía o decía era mal visto, por los profesores y muchos compañeros,  un  niño que veía en los demás  niños admiración, sin egoísmo, por cualquier cosa sencilla que se hiciera o  se tuviera.
Algunos pocos del entonces tuvimos la fortuna de tener las famosas botas de caucho media caña marca patico  y los impermeables coloridos, con capota, los cuales en época de invierno nos servían para protegernos de la inclemente lluvia y  en la escuela poder pasearnos  por todo lado   y meternos sin miedo  y con mucho orgullo, bajo los grandes chorros de agua que caían de los techos formando  una gran cascada, eventos que hacíamos bajo la mirada indescifrable de  los que no tenían ese  privilegio y entre ellos  Guillermo Polocha, por lo que él invitaba a  gritos a otros compañeros  a  ver nuestras proezas. Alguna vez a cambio de  prestarle mi capote, para meterse en el chorro de agua, me  dio, 6 bolas de cristal y me ofreció dejarme sentar allí en el teatro  municipal cerca  a los tres mosqueteros, una propuesta tentadora y que de manera inmediata acepte. Luego de esto,  él contaba  y describía, con gran admiración y jubilo como se sentía estar bajo el agua protegido por el capote, y desde ese entonces se hizo más  amigo y por supuesto  me defendía de  otros más grandes, y siempre me pedía en los juegos de soldado libertado a pesar que yo era  uno de los mas deficientes soldados del grupo.
En medio de  todas  estas circunstancias, Guillermo era un muchacho, muy servicial, y gran amigo de quien era amigo  en ese entonces   eran tres los  amigos inseparables, Nelson Rivera, Milton Gonzalo Aponte Roa, y Guillermo  El Polocha, los tres  como los tres mosqueteros todos  para uno y  uno para todos,  diariamente  jugaban, bolas o trompo,  se respaldaban en sus juegos,  y peleas.  Es asi que todos los Domingos,  cuando era la hora del Matiné,  Guillermo Polocha llegaba de primero al teatro municipal, a reservar las sillas que por vía de hecho se asignaron los tres mosqueteros para acomodarse y ver la película del momento, y nadie absolutamente nadie podía hacer uso de la misma so pena de recibir  madrazos, y coscorrones, hasta que se abandonara el lugar.
Polocha la pasaba gran parte de su tiempo cuando no  estaba en la escuela estudiando y luego  de que ya no lo recibieron más,  en la calle allí en el parque principal , jugando  bolas , trompo  o meta con  los demás niños que tampoco habían tenido la fortuna  de asistir a  la escuela,  y los cuales debieron  trabajar  en las calles , gritando en los buses,  o haciendo aseo a los mismos, cargando equipaje de los pasajeros,   lustrando zapatos, vendiendo el periódico, cargando los carteles de las películas,  o los rollos de las mismas, cada vez que llegaban en el bus, y haciendo mandados a cambio de unas pocas monedas, que  eran usadas para comprar,  bolas,  y trompos,  principalmente.
Tiempo después de su  salida de la escuela, debió  trabajar como ayudante de bus por  varios años,  luego  como ayudante de camión y  más luego se fue con su hermano  Luis para Barranquilla a trabajar  cargando y descargando camiones del gremio de los transportadores  mirafloreños que son unos cuantos;  Polocha,  fue un hombre hasta el día de su muerte  trabajador honesto y servicial, tal como  dan fe  los que lo conocieron y trataron después de la salida de la escuela, a pesar de las  difíciles circunstancias de su niñez, sin  meterse en negocios oscuros, y sin hacerle mal a nadie, y es por eso que  aseguro  una vez más, que la gente de Miraflores es buena por naturaleza, a pesar de las duras y difíciles circunstancias vividas,  creo que si este niño  Guillermo o Polocha, hubiera crecido en otra  ciudad,  tal vez no hubiera sido la persona de bien que fue, pues  su condición de pobreza, su marginalidad social, sumado a la incomprensión, al maltrato y  estigmatización por parte de los  profesores de la escuela  y de la  sociedad local   y la de muchos compañeros, eran el caldo de cultivo perfecto, para  que un ser humano  se fuera por el camino incorrecto, pero esto no ocurrió  por lo menos con este paisano.
Guillermo Polocha nos deja una lección  a todos,  no se  hace mal a nadie  o  se mata por que las leyes castigan,   no se hace simplemente porque el corazón  y la razón dicen no hay que hacerlo,   y a pesar de que en  Miraflores no hubo, ni hay muchas oportunidades, quien  quiere salir adelante, lo hace sin necesidad de tomar caminos fáciles en la vida, especialmente los que tienen que ver con el dinero.

Gracias a  la colaboración  de  Álvaro Moreno Galindo Compañero de la escuela  y trasportador  de Miraflores.

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