Anécdotas, Cuentos, Historias

sábado, 27 de octubre de 2012

Sinfonia Numero II


EN QUINTA DE MA.( un viaje a la llanura).

La banda municipal de nuestro  pueblo, después de las fiestas de Miraflores, siendo decepcionados por su propio público; y  engañados  por la RAPIDO DUITAMA y su propietario el indocto en música FRUTO ELEUTERIO MEJIA BARON, son contactados  y contratados por los miembros de la junta de ferias y fiestas de San Eduardo; quienes  ven en estos grandes músicos, muchos  valores musicales; allí en esas fiestas de San Eduardo, fueron recibidos, tratados  muy bien, y sobre todo muy admirados por toda la ciudadanía de este pueblo hermano; su pago  no solo fue entregado en tiempo y forma, sino que además  fue premiado con un día mas de pago;  al poco tiempo la fama de esta incipiente banda,   con gran futuro musical y comercial, empezó a  ser más amplia, fue así que en esos mismos días la contactó  la organización de la ferias y fiestas de Monterrey (Boyacá) hoy Monterrey (Casanare), para que  amenizara como banda principal las  ferias y fiestas  de ese municipio casanareño.

El viaje a Monterrey tenía mucha expectativa ya que  iban a conocer la llanura casanareña;   para este viaje les enviaron pasajes hasta San Luis de Gaceno, lugar hasta donde llegaba en ese entonces la carretera, allí los  montaron  en caballos   e iniciaron el camino hasta Monterrey, los músicos  muy asustados, pues aunque en Miraflores todos somos llaneros,  ellos no habían tenido la oportunidad de cabalgar; así que cuando debieron pasar dos ríos uno el Upía y el otro el río Túa, montados sobre sus corceles, unos  no pudieron hacerlo y  se apearon de los caballos, pero todos muy asustados, por el caudal de estos ríos; aunque el agua solo les llegaba a la panza de los caballos  y les mojaba las  rodillas a los jinetes;  pudo más las ganas de triunfar, que el miedo por las “torrenciales aguas” de  estos ríos,   y  aunque era época de verano; los músicos no habían  visto otros ríos diferentes al Lengupá, y solo lo habían pasado por el puente que une a Berbéo con Miraflores; por lo que su asombro, admiración y miedo se mezclaron de manera tan intensa que los dejo marcados para siempre.

Después de sortear por varias horas, todos los riesgos en  ríos y caminos; los músicos llegaron  a Monterrey, cansados, mojados, con hambre, con sed y con su maletas de ropa mojada, pero con todos los instrumentos en buen estado;  a su arribo, salieron al encuentro muchos jinetes, porque había llegado la banda de músicos de MIRAFLORES BOYACA, en esa época Monterrey era  como un típico pueblo del oeste americano,  no había luz eléctrica, solo eran unas pocas casas, las calles  todas en tierra, la polvareda era máxima,  abundaban las cantinas,  y el comercio era muy bueno, los lugareños siempre a caballo, con su   sombrero alón “pelo de guama”, pantalón a medio arremangar,  la mayoría pata al suelo, muy pocos  con cotiza y casi nadie con zapatos; y con ellos su compañero fiel  un revolver 38 bien llevado  al cinto, mismo que era orgullo local mas el infaltable poncho; todos los  jinetes bien montados y armados, echando plomo  y pólvora en señal de alegría, salieron al encuentro  de bienvenida de la banda  de músicos de Miraflores; mientras  gritaban. 
¡VIVAN LAS FIESTAS DE MONTERREY!
¡VIVAN LOS MÚSICOS DE MIRAFLORES!.

Con la llegada de los músicos de Miraflores, el ánimo de la población  subió el furor y se solicito que los músicos  se bajaran del caballo a  tocar;  en ese momento  todos los músicos  olvidaron cansancio hambre y demás, se apearon de los  caballos y a tocar,  interpretaron una de las canciones más sencillas de ejecutar “El   PARAGUAY”, allí no importo si se perdían dentro de las notas musicales, o se comían una parte, o si mezclaban dentro de la pieza musical las notas del himno nacional,  si tocaban en quinta de MA, o si tocaban de manera independiente, es decir cada uno por su lado, lo importante era tocar y así fue.

Después de animar esa noche el inicio de las festividades de Monterrey, les dieron comida y les señalaron  un salón grande en donde les dispusieron hamacas para dormir;  pues como buenos llaneros  debían saber guindar  la hamaca, poner su toldillo y acomodarse; pero no  alcanzaron las fuerzas, ni  los guindos, ni el conocimiento para hacerlo, luego debieron dormir en el piso, con el miedo de que por la noche se les podían meter las culebras  y los bichos que abundan en los llanos; pero el cansancio le ganó una batalla más al miedo.

Al amanecer del  primer día de las fiestas, siendo  las 4 de la mañana,   debían estar listos para la alborada; por lo que salieron muy  apurados y dejaron las maletas  abandonadas, mismas que  se llenaron de hormigas y se le comieron  algunos alimentos que tenían guardados en caso de emergencia.

Durante todo el día, desde las 4 de la mañana con la alborada, hasta bien entrada la noche, y durante los tres días, debieron  tocar y , animar sin desfallecer, por las calles polvorientas, en casetas,  y en todo  lugar a donde fueran solicitados sus ritmos musicales;  y aunque el cuerpo pedía descanso, era exigido al máximo, ya que  todos los músicos se sentían  muy bien, por que eran atendidos  con  bebidas y alimentos  de  manera frecuente por los organizadores y las hermosas damas del pueblo;  esta vez el cansancio  fue derrotado por las ganas de triunfar una vez mas.

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