Anécdotas, Cuentos, Historias

sábado, 6 de octubre de 2012

El ocaso de un llanero


De Miraflores.
Cementerio de Miraflores Fot Ligia  Ballesteros.
Toño aquel personaje  sin miedo oriundo de Miraflores, que desde joven se fue a vivir a los llanos orientales, hace  muchos años, y en el que vivió una buena parte de su vida, pudo acumular en su mente muchas historias fantasiosas  que con orgullo y convencimiento compartió durante  varias generaciones  en las tiendas y  cafeterías de Miraflores cuando retorno nuevamente, a su tierra natal Miraflores Boyacá.


A sus a sus 98 años  un día jueves salió de su casa  a las 5 de la mañana, con destino  a la carnicería  a comprar  la carne fresca para  el desayuno; por el camino se encontró con  don Rafaél un viejo que desde las 4 de la mañana todos los días,  se sentaba en una cafetería por el lado de la plaza de mercado a tomar tinto, a hablar con los amigos y   a hacer negocios; ese día cuando don Rafaél vio a Toño su amigo, lo llamó  y  le brindo un  tinto caliente  bautizado con  un aguardiente doble como era la costumbre de los viejos, cada vez que se encontraban en las  cafeterías del pueblo al amanecer; aquellas cafeterías, eran a su vez panaderías y  en las que  todos los madrugadores  siempre tomaban tinto, o jugo de naranja  acompañado de Kola granulada tarrito rojo, con un trago de brandy y uno o dos huevos crudos,  que  según los entendidos les servía para  fortalecer el cuerpo , el alma y  estar siempre listos en caso de presentarse alguna faena amorosa. El  consumo  de esta singular mezcla, ha sido tradición, por aquello de lo afrodisíaco  que la consideran.


Siendo las seis de la mañana, después de haberse tomado tres tintos bien grandes, bautizados con un aguardiente doble, y haber consumido un gran vaso de  jugo de naranja con la Kola granulada, el brandy y dos huevos, preparado con destreza por Carmelita, Toño se despide de don Rafaél de manera más ceremoniosa que lo acostumbrado y se dirige a la carnicería de Yacué; a paso lento, muy lento va caminando con su bordón  hecho de macana con  punta de hierro que le servía para sostenerse, hasta llegar a la carnicería. Allí en la carnicería, le pide a Yacué, tres libras de carne pulpa, y una de hueso,  que envuelven en hoja de plátano seca llamada papelón, ya que en la época no existía el plástico, ni las bolsas de papel y menos para la envoltura de la carne, ya que la misma se envolvía bien en papelón o en hojas de helecho marranero.


Las historias de Toño siempre fueron fantasiosas, exageradas y  acomodadas   según las vivencias que tuvo mientras permaneció  en los llanos orientales  trabajando como  mensual (muchacho mandadero), cuando joven, luego  como caporal y después como propietario de una finca pequeña que  fruto de su arduo y duro  trabajo pudo adquirir de manera muy honesta.


Los últimos años de Toño,  los paso en su pueblo natal Miraflores, en donde tenía su casa; allí en el pueblo lo acompaño siempre su esposa y sus 4 hijos; su rutina fue la misma desde el día que decidió quedarse a vivir para siempre en  Miraflores, levantarse temprano,  salir a tomar tinto a las 4 de la mañana, comprar la carne,  desayunar,   y descansar hasta la hora del almuerzo, hacer la siesta y  salir a las tres o cuatro de la tarde todos los días al parque y sentarse en una cafetería a ver pasar gente,   mientras tomaba tinto y contaba sus fantasiosas  y fenomenales historias de todas sus vivencias, a sus amigos, a los jóvenes y a los niños quienes con asombro  y boquiabiertos le escuchaban  atentamente por horas y horas todos los relatos que contaba siempre con  un sentimiento de amor y pasión por los llanos orientales.

Ese día jueves su esposa le sirvió  como desayuno un plato de caldo con un hueso bien carnudo, una arepa grande de  maíz pelado, y un chocolate  en leche, servido en una taza blanca con flores traída de la china y que había heredado de una de sus patronas.


Después de su desayuno, Toño se recostó en su hamaca  a descansar  quedándose  dormido hasta la hora del almuerzo, mismo que no  quiso recibir por sentirse un poco mal de salud.


A las 3 y media salió como de costumbre con destino al parque municipal y  se  instalo en  una cafetería por el lado de la copa,  que era atendida por doña PEPITA, una señora de más de 65 años, de  piel blanca, contextura delgada, de 1,80 metros de estatura, de hablar apaisado,(acento antioqueño)  como característica especial  su cara y sus manos muy arrugadas.


Allí en la cafetería de doña Pepita,  tomo tinto con varios de sus más cercanos amigos, y empezó a contar otro  de sus cuentos. Cuando estaba dando inicio a una de sus presuntuosas vivencias, apareció en medio de la penumbra un toro de casta que por descuido de  uno de los ganaderos, se había salido de los toriles de la plaza de toros y de manera inexplicable llego a  una   frutería localizada diagonal a la cafetería que atendía doña Pepita, en pleno centro de la ciudad; este  animal de casta, que tenía como destino final una corrida de toros en la MONUMENTAL SAN JOAQUÍN DE MIRAFLORES, se escapo, llego al parque  y se detuvo por varios minutos frente a la frutería, mientras la muchedumbre corría despavorida  al ver esta inimaginable escena.


En ese momento Toño   dejo de contar  su relato,  se paró, y salió  caminando lentamente, sostenido con su bordón  hacia la puerta de la cafetería de doña Pepita  con el fin de  opinar  sobre este singular episodio.  Cuando llego a la puerta, se detuvo, grito una instrucción al dueño de la frutería y cayó al piso súbitamente;  de manera rápida todos los allí presentes,  lo llevaron de emergencia al  Hospital Elías Olarte que estaba ubicado a   menos de una cuadra de distancia de la cafetería de doña Pepita.


Ese trágico día, se continuaba  celebrando  las ferias y fiestas del pueblo,  de ahí   la presencia del toro de casta, mientras  todos corrían despavoridos por la presencia del toro  de casta al frente de la frutería muy cerca al parque municipal, en donde  empezaba la verbena popular, Toño llegaba al hospital en manos de los amigos y  curiosos.


En el Elías Olarte, fue atendido de manera rápida por el equipo médico del entonces, pero su edad, el susto y el golpe recibido por la caída en la cafetería de doña Pepita no le permitió continuar con vida.


Hasta el centro hospitalario llegó su esposa, acompañada de sus hijos, amigos y familiares para darle  su último adiós. Toño murió a los 98 años en los brazos de su amada esposa, en la tierra que un día lo vio nacer  y luego partir hacia los llanos orientales; misma tierra que lo recibió durante su vejez y que  luego le sirviera de última morada, como fue siempre  su deseo.


Toño falleció producto de una insuficiencia cardíaca, producto del  susto que le causara ese toro de casta en el parque de Miraflores, no sin antes  dar el último consejo a gritos al dueño  de la frutería para que le disparara al toro, con su revólver calibre 38  marca Smith & Wesson y no permitiera una tragedia mayor.


Toño antes de morir estaba dando inicio a  otra de sus fantasiosas vivencias,  sobre el encuentro que tuvo con la insurgencia, en algún lugar de la región del Lengupá mientras pescaba en compañía de varios amigos y en la que le fue perdonada la vida, por su valentía y su coraje.

Toño, siempre amo a su pueblo Miraflores, amo a su gente, a sus amigos y dejo muchas historias fenomenales, fantasiosas, anecdóticas y reforzadas que en su mente acomodo y contó a varias generaciones, en las tiendas y cafeterías del pueblo  frente a sus amigos, conocidos y demás que le rodeaban mientras  las iba relatando como si fueran ciertas, dejando a todos boquiabiertos,  mismos relatos que después de ser escuchados por la gente, servían para  reírse   y mofarse de aquel personaje que llevo a su pueblo natal Miraflores y a los llanos Orientales muy dentro de su corazón y que tuvo la fortuna de regresar al pueblo y contar a las diferentes generaciones todas sus historias llenas de fantasía. 



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