Anécdotas, Cuentos, Historias

domingo, 16 de junio de 2013

LAS PATRULLAS.

Casquiflojas.

Fot Miraflores Boyaca. 

Herlinda, Julia y Cecilia, tres hermosas jóvenes  que en el año 1971 tenían 20, 25 y 28 años respectivamente, eran hijas de doña Eloísa, una  señora que vendía, envueltos de mazorca y de maíz pelado los días de mercado en Miraflores; es decir los días Jueves, y domingos, los demás días de la semana  realizaba labores de lavado y planchado de ropa, en su casa, mientras atendía una venta de guarapo; por el lado del Rayo, también  Eloísa, para completar lo de sus gastos, hacia  pasteles de yuca rellenos de  arroz , carne, arveja, y zanahoria, mismos que freía en manteca la sevillana, ya que en esa época,  solo había en el mercado la manteca de cerdo, la manteca de res, y las mantecas de origen animal, como era la sevillana; en esa época, no era común encontrar o usar aceites de ningún tipo; por supuesto sus pasteles bien grasosos, los llevaba en un canasto, mientras en un  una ollita pequeña llevaba  un picado de  cilantro, cebolla y tomate, cargado con  un ají bien picante que compraba embotellado en la plaza de mercado y que era comercializado por doña Blanca; los pasteles eran acomodados muy bien dentro de hojas de plátano debidamente pasadas por fuego y los cubría con las mismas, de manera que se conservaba el calor por un tiempo mayor, luego la venta debía hacerse  lo más pronto posible, para evitar que al enfriarse  los pasteles, la manteca se coagulara y no pudieran ser consumidos de manera agradable, estos pasteles, los vendía en las diferentes tiendas del pueblo, especialmente en donde había personas tomando licor.

Las tres hijas, jamás conocieron a su padre,  debido a que su madre, siempre se negó a manifestarlo, por miedo,  o por vergüenza con ellas, además, porque en el f0ndo de su corazón no sabía con exactitud quien era el padre de cada una de estas tres jóvenes; ya que había tenido relaciones sexuales, un poco desordenadas  y había convivido con varios hombres como pareja por tiempos   cortos, lo que le dificultaba aun mas, saber con exactitud el origen de cada uno de sus embarazos.

Sus tres hermosa hijas, día a día le  ayudaban a Eloísa, con los quehaceres del día; se levantaban muy a las tres de la mañana a  alistar el maíz para los envueltos, la yuca para los pasteles,  y a alistar su  ropa  y zapatos, para ir a la escuela a estudiar; su rutina era diaria y durante toda la semana,  descansando solamente el día  domingo después de la misa de doce,  permiso que  Eloísa les daba a sus hijas sagradamente todos los domingos, hasta las 11 de la noche máximo, mientras ella atendía los borrachos del pueblo y de las veredas allí en su guarapería.

En las tardes después de la llegada de la escuela, las jóvenes muchachas debían lavar  su  uniforme,  hacer otros oficios de la casa y batir el guarapo para el siguiente día, para esta labor, debían quitarse la ropa interior del día y  así sin lavar ponerla dentro de la gran olla de barro que contenía la súpia, (Fermento para la bebida) , le agregaban  buena cantidad de miel de caña, un poco  sal y  agua, luego tapaban con una tabla de madera y colocaban una piedra encima para sostener la tabla, de esa manera  el guarapo empezaba la fermentación  y estaría listo para los primeros clientes del siguiente día.  Esta rutina de colocar dentro la olla de guarapo, la ropa interior de las jóvenes, hacía que la clientela fuera más fiel, es decir era un método de fidelización de clientes, los cuales siempre permanecían allí comprando y bebiendo la singular bebida, hecha de  los jugos de la caña mirafloreña, y acompañados de los sabores ocultos de los  calzones de las hermosas jóvenes

Unos de sus primeros clientes en llegar era Roque, y  Carrillo, acompañado de otros tantos escobitas del pueblo, y  algunos muchachos que arreaban ganado entre Páez y Miraflores, quienes día a día,  dejaban los billeticos allí a primera hora,  ya que el guarapo de Eloísa era uno de los más famosos dentro del gremio, no solo por su calidad, sabor  y fermento, sino por el ingrediente que permaneció como receta secreta de familia, hasta el día en que la inspección de policía en compañía de la renta departamental llegaron a su casa a revisar  y encontraron tan singular receta y secreto,que era el  ingrediente de fidelización de clientes, y que enamoraba a los asiduos bebedores.

Los días domingos, en horas de la tarde y  a primeras horas de la noche, Eloísa aprovechaba  la gran cantidad de clientes allí en su negocio, para tener relaciones sexuales con  quien  hiciera la propuesta, obviamente a cambio de algunos pesos de más.

Eloísa siempre fue responsable económicamente con sus hijas; jamás les faltó ni sus uniformes, cuadernos, lapiceros y libros, ni sus buenos vestidos y zapatos, sino que además siempre tuvieron buena disponibilidad de dinero que llevaban a diario a la escuela para sus onces.

Mientras Eloísa atendía sus negocios, las jóvenes después de misa salían a recorrer el pueblo; partían de la iglesia San Joaquín de Miraflores,  hacia el  alto de Santa Bárbara, hasta la ceiba del  pozuelo, luego regresaban y tomaban la calle del hospital Elías Olarte, pasando por el frente de la casa de Doña Sara, una señora que fue bibliotecaria del colegio por muchos años, hasta llegar nuevamente al parque,   su camino continuaba por la calle  que conduce al ocobo, la palma y el cementerio,  dando la vuelta por la avenida Romero Hernández, por la plaza de mercado, luego  hacia la calle del matadero y subían hacia la frontera hasta llegar al campín, luego regresaban   y en la frontera tomaban  la calle que conduce, a  donde es hoy el hospital Elías Olarte, y regresaban;   bien por calle de la casa del doctor Pineda, o por la calle del club social,  y  así hasta completar un circuito , en donde no quedaba  lugar  alguno por donde las  patrullas  no hubieren pasado sin revisión alguna.

La rutina de recorrer el pueblo, domingo a domingo y palmo a palmo, tenía que ver  con varios aspectos, uno de los principales era ver si alguno de los amantes de su madre estaba en alguna cantina o guarapería tomando y compartiendo con otras mujeres,  estar actualizadas de  lo que ocurría en el pueblo y también sin que la madre lo supiera, ellas iban en busca de sus clientes especiales, los cuales invitaban   a tener relaciones sexuales a cambio de algunos pesos. Los clientes de las jóvenes eran comerciantes, farmaceutas, algunos profesionales del entonces,  muchachos jóvenes estudiantes del colegio, ganaderos y  trasportadores, ellas buscaban los diferentes clientes  en los diferentes lugares, y esperando la penumbra se internaban en algún lugar, en donde  satisfacían los requerimientos sexuales de parte y parte.

Las patrullas, aprendieron a manejar sus clientes con un mecanismo de fidelización especial,  ya que las tres hermanas se acompañaban siempre y  de manera silenciosa,  no solo veían el espectáculo, sino que además   guardaban el secreto especialmente de personas  que hacían uso de sus servicios, a cambio de regalitos, los usuarios, generalmente casados, y con buena capacidad de pago, eran los predilectos.

El modo de accionar de las patrullas, después de cada faena  con el cliente especial, era pasar domingo a domingo por los almacenes, farmacias y demás, insinuando  una nueva faena, por supuesto con pago;  pago extorsivo que los clientes hacían con dinero en efectivo, joyas,  y mercancías como  medicamentos, perfumes, telas, zapatos, o licor; mismo que comercializaban y vendían a precios bajos a muchos jóvenes de la época.

Las patrullas operaron durante unos tres años,  hasta que  las tres al tiempo quedaron en embarazo; al igual que su madre, nunca supieron el nombre de los padres de sus hijos, sin embargo siguieron obteniendo  dinero  de muchos, ya que todos aquellos que habían tenido relaciones sexuales en los últimos meses, se sentían culpables y responsables de  este hecho, y para evitar el escándalo seguían entregando dinero a cambio de su silencio.  Nueve meses después del nacimiento de sus hijos y luego de la muerte de su madre quien falleció de una   enfermedad , que  los galenos locales no pudieron diagnosticar, pero que en el Instituto Nacional de Cancerología  fue confirmada como un  cáncer de Útero causado por  el virus del papiloma humano VPH, en estado avanzado, uno de los clientes, las llevo  a las tres para la capital y allí las puso a vivir en una casa, por el barrio Bosque Popular,  y les ayudo de manera permanente y en secreto  de amigos y familiares,  ya que este personaje era uno de los mas prestantes del pueblo y no podía permitir que  su moral,   el amor por su esposa y por sus hijos fuera puesto en duda ni un solo instante.

El fulano murió años después,  producto de una cirrosis causada por el exceso de alcohol que  día a día después de su trabajo consumía en  el club social, o en el café de los parasoles,  acompañado de  sus mejores amigos del entonces.


De las patrullas, no se volvió a saber prontamente, años después, se supo, que eran  las amantes de unos unos paisanos  y  amigos de Gonzalo Rodríguez Gacha,  que  Vivían en  el Rodadero en  Santa Marta, que  se habían hecho  varias cirugías estéticas   de cola, abdomen y mamas, pues debían estar no solo a la moda, sino que debían seguir conservando el atractivo que pedían sus nuevos  benefactores. Pues como dice la novela  “sin tetas no hay paraíso”. Ni para! Eso!.

Este relato se hace gracias a la colaboración de un paisano que oculta su nombre,  es como se decía en las complacencias  de Ciro Espejo, hace años por los lados de la plaza de mercado, en la caseta frente a doña Santos.

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