Anécdotas, Cuentos, Historias

domingo, 3 de noviembre de 2013

EL ÚLTIMO SUSPIRO.


Carmen Julia.

 
 
A los 18 años, Carmen Julia,  ya era madre de 2 hijos, cuando su esposo   la dejo para siempre,  desde un fatídico domingo cuando  al estar presenciando   una pelea en  una cantina cerca al ocobo recibió dos impactos de bala que le causaron la muerte instantáneamente. Benedicto, mientras caía al suelo lentamente,  apretaba contra su cuerpo una imagen del Sagrado Corazón de Jesús y le pedía a la virgen protección para su esposa y sus  hijos, mientras su vida se perdía entre los gritos  de la muchedumbre, y la mirada atónita de  unos cuantos espectadores.

Carmen Julia  a los pocos meses luego  de la muerte de su esposo, salió de la  vereda de  Chapasia, hacia la ciudad de Bogotá,   por consejos de una amiga, quien le manifestó que allí podía salir de pobre; sin pensarlo mucho, vendió las doce gallinas que tenia, los dos marranos,  una vaca recién parida,  y con los pocos pesos, tomo sus pertenencias, las dispuso en un costal de fique  y junto a sus dos hijos salió con rumbo a la gran ciudad,  en busca de un nuevo futuro para ella y sus dos hijos.

El bus de la empresa Márquez y Lengupá, la llevo hasta la capital,   y  la dejo en el barrio 7 de agosto, donde empezó a buscar un lugar donde hospedarse, encontrando después de muchas horas de búsqueda, una habitación, económica en una residencia  de esas que abundan en  las ciudades, a donde  se alquilan habitaciones  por horas   o por días, para calmar las necesidades hormonales  y deseos sexuales, de hombres, que acompañados de perfumadas mujeres, entran y salen las 24 horas del día.

Carmen Julia, todos los días se levanto a las 4 de  la mañana a hacer  el tinto, a preparar  el desayuno y a colaborar con todos los trabajos de la finca, por lo que su reloj biológico al llegar a la capital seguía funcionado de la misma manera, sin embargo, a  partir de su llegada, no había motivo, por lo menos por ahora para levantarse tan temprano,    y menos  cuando los  gemidos eróticos  y los múltiples ruidos provenientes de   las camas y puertas  de las habitaciones contiguas, no le habían permitido conciliar el sueño.

Sus pocos ahorros día a día,  y a paso muy acelerando, se fueron agotando, en los gastos diarios de alquiler de habitación, y alimentos para ella y sus dos hijos, mientras iba buscando un trabajo digno que le permitiera sobre vivir en la gran urbe.

A los dos semanas  de su llegada a Bogotá, se pudo emplear  como cantinera, en un bar, devengando  solo unos pocos pesos, que   no alcanzaban  sino para el pago de la renta  y muy poco para la alimentación y demás gastos de la familia, por lo que tuvo que ayudarse en el día, lavando  y planchando ropa,   limpiando pisos, y en cuanto oficio saliera, mientras llegaba la noche para irse a atender allí en el bar del 7 de agosto   denominado  “ el último suspiro”  un  bar de vieja data  que estaba contiguo a la puerta del cementerio del 7 de agosto.

El “último suspiro”  era frecuentado por trabajadores de la plaza de mercado, del cementerio, de los talleres de mecánica y por un sin número de habitantes de la zona, que noche a noche  se ponían cita allí para libar licor acompañados de algunas trabajadoras sexuales de la zona.  Carmen Julia, una mujer que aún conservaba  los rasgos  juveniles, era muy pretendida por todos los visitantes, del bar y protegida  por la propietaria  del lugar, FELISA, una mujer soltera   que  había nacido allí en el 7 de agosto y había heredado de su madre  “EL ULTIMO SUSPIRO”;  Felisa a sus 45 años, había perdido a su única hija  cuando  la  menor celebraba los quince años, por lo que había quedado sola en su vida, y a pesar de su trabajo, de sus sufrimientos y su calidad de vida, aun conservaba una figura que sobresalía  fácilmente en la penumbra del Último Suspiro , su  estatura de 1,80 metros, sus largas piernas, sus lactas  y caderas protuberantes, sus ojos claros color miel, sus cejas depiladas, su labios siempre pintados de color rojo cereza y su  permanente olor a  tabú no pasaban desapercibidos por ningún visitante.

Felisa, desde el primer momento en que  le dio trabajo a Carmen Julia,  la defendió de cuanto hombre pretendía acercársele   de manera inadecuada, y más si llegaban a decirle algo  o a intentar tocarla, por lo que con frecuencia debió librar múltiples batallas en defensa de  su protegida.

A los pocos días, Felisa le propuso a Carmen Julia que se fuera a vivir con ella   y sus hijos, en un apartamento que estaba ubicado  al fondo del negocio, y que si le ayudaba con otros quehaceres, ganaría más dinero del que estaba ganando hasta ahora como cantinera del Último suspiro. Propuesta que fue fácilmente aceptada por parte de Julia y al día siguiente ya estaba instalada  allí en su nuevo hogar junto a FELISA y sus dos hijos.

El tiempo paso, y a los pocos meses, Felisa, en uno de sus acalorados momentos por defender a  su protegida fue agredida de muerte por una  trabajadora sexual que pretendía tener un acercamiento intimo con Carmen Julia, llego la policía, pero  Felisa ya  estaba herida de muerte, en sus ultimas palabras, Felisa le le  dijo a Carmen Julia, este negocio es suyo cuídelo y cuide  a sus hijos y no permita que le pierdan el respeto mientras  exhalaba el último suspiro que tenía en esta vida.

Carmen Julia, se hizo cargo  de los funerales, de Felisa,  y del negocio, tal como fue el último deseo de la  propietaria del último suspiro,  meses más tarde,  Carmen Julia, no solo fue la propietaria de este negocio, sino que su visión de empresaria,   le permito abrir  tres negocios más  a los que le sumo un equipo de trabajadoras  que prestaban sus servicios  por dinero allí en cada negocio, llegando a ser una de las  mujeres más ricas y respetadas del  7 de agosto.

Año tras año visitaba Miraflores,   y entregaba  ayudas a las monjas que estaban a cargo del ancianato, asilo San José, pero  cuando el cura del momento se entero del oficio que Carmen Julia  tenía en Bogotá, prohibió a las monjas del ancianato seguir recibiendo ayuda de tan singular personaje.

Dentro de su  responsabilidad social, Carmen ayudo a muchas personas que  al igual que ella llegaron a la capital en  busca de un mejor futuro, pero que por lo duro de las grandes urbes, no es tan fácil salir adelante,   pero que con la ayuda de Carmen,  lo lograban.

Carmen Julia, permaneció  por  varios años solterona hasta que  conoció a un  político que llevo a  uno de sus negocios a un paisano que  hacía poco se había enguacado en las minas de Muzo y que llego allí por invitación del político, enamorándose de Carmen y haciéndose cargo de sus hijos también, pues  como  lo decía Carmen Julia siempre “quien se hace cargo de la vaca también debe llevar su cría”. Carmen Julia falleció a los 65 años de edad, y sus dos hijos quienes estudiaron en la Universidad Javeriana, se hicieron médicos   y  luego se fueron del país uno para Europa y el otro para Australia,  y jamás regresaron a Colombia, ya que la sociedad del entonces tanto en Bogotá como en Miraflores, siempre los tuvieron marginados por ser hijos de la dueña del “último suspiro”. El último suspiro y los demás negocios fueron heredados  por sus hijos  y donados por los mismos a  las trabajadoras más antiguas  de cada lugar, con el único compromiso de que siguieran el legado que su madre les había enseñado.  Mientras su marido el minero, regreso a Miraflores, a  vivir junto a una nueva dama con la que procreo  tres hijas mujeres y dos hombres, quienes por descuido de sus padres, empezaron su carrera delictiva a los pocos años de edad.

Años después,   se supo que  una de estas nuevas dueñas, se había lanzado como concejal de Bogotá, en representación de todas las mujeres que por  un destino trágico deben  ingresar al  mundo de la prostitución.

1 comentario:

María Ligia Ballesteros Barreto dijo...

Carmen Julia…aguerrida mujer mirafloreña, quien a pesar de las dificultades, logra salir adelante, ganarse el aprecio por su buen trabajo y lealtad, dar estudio a sus hijos, multiplicar sus bienes y brindar apoyo a las personas necesitadas.

Historia que deja enseñanzas de vida.