Anécdotas, Cuentos, Historias

lunes, 1 de julio de 2013

YERBATEROS.

Y demonios.

Planta de sábila.

Desde  Ciénaga Valvanera, una vereda ubicada en el municipio de Garagoa,  que tomo su nombre en honor a la virgen de la Valvanera, venerada en  la Rioja España, llegaron a la región del Lengupá  4 hermanos, que practicaban la labor de curanderos,  los cuales habían heredado este oficio de sus ancestros; precisamente porque eran bisnietos de  unos curanderos viejos,  que habían llegado desde Campo Hermoso, de la vereda de los Teguas, a vivir allí a la vereda de Ciénaga Valvanera en Garagoa muchos años atrás. Estos hermanos llegaron al Lengupá, huyendo de la  familia de una   mujer de 30 años, a la que de manera irresponsable le practicaron una cesárea, misma que le hicieran  sobre  una mesa, forrada con un de cuero de oso, que tenían en una pieza oscura, en donde atendían a los clientes; allí en esa pieza  y en esa mesa, dispusieron a la joven mujer, que no podía dar a luz de manera natural, y alumbrando con unas velas de cebo, tomaron una cuchilla  marca Gillette, la desinfectaron con  sal y limón y  procedieron a hacer  una incisión profunda en su abdomen con el objeto de sacar el bebe, pero  al ser una misión imposible,  la joven mujer falleció al igual que su hijo , luego la familia les perdono la vida, pero les exigió abandonaran la vereda y el pueblo de Garagoa de manera inmediata.

Los cuatro hermanos, se  instalaron  de manera independiente;  para ello escogieron cuatro veredas de los municipios del Lengupá  y se los repartieron  asi: Miraflores para  el Mayor, Maximiliano,   Berbéo para José Hermognes, Zetaquira para Eusebio y  Campo Hermoso para la Hermana, Ernestina;  una  señora bajita y regordeta, con una  forma muy particular en su hablar, cuando se dirigía al paciente. Allí en las veredas de estos municipios, se dedicaron los cuatro hermanos, a prestar  los servicios como curanderos; profesión que practicaban usando hierbas, infusiones y brebajes, que ellos mismos preparaban y que  de manera muy hábil la combinaban con  brujería  y espiritismo.

Las personas acudían a  estos curanderos,  por ignorancia, por referencia de otros,  y muchas veces por tomarlos del pelo, o como decimos por “mamarles gallo”, o bien  o por desahucio  o desesperanza en los médicos formados  en  las facultades de medicina; porque en muchas ocasiones los galenos  no lograban diagnósticar la enfermedad según decían los pacientes.

Los hermanos yerbateros, se caracterizaban por ser  personas   sencillas, de hablar pausado,  y con una forma particular de atender los diferentes pacientes, que hacían largas filas allí en sus casas; los consultorios eran  en una pieza oscura, con una teja de zinc viejo, que  separaba una cuja de madera y  una bacinilla,  la cuja o cama, estaba dispuesta  de  sur a norte y  cerca de ella  una mesa de madera desvencijada, con un cuero de animal de monte, y  sobre este, una calavera humana, acompañada de velas, imágenes y  frascos de diferente tamaño y color llenos de brebajes, en la puerta de entrada, siempre colgaba una planta de sábila que estaba amarrada con una cabuya  y de allí pendía un manojo de ajos enteros, con el fin de ahuyentar los malos espíritus.

La consulta radicaba básicamente en  hacer pasar el paciente, acostarlo sobre la cuja  de madera y sin preguntar ningún síntoma o hacer una breve historia,  sobre su ropa, le pasaban la calavera, acompañada de una vela de cebo, a la que iba bien amarrado con una cordón hecho en lana  blanca, un manojo de hierbas aromáticas, y  sin decir  nada, solamente moviendo la calavera y la vela por todo el cuerpo,  desde la cabeza hasta los pies, tres o cinco veces, como máximo, dependiendo de la edad del  paciente, hasta que en una de estas  se paraba momentáneamente y haciendo presión sobre su cuerpo, dejaba caer una gota de cebo de la vela y allí en ese punto   exacto había entrado el maleficio.

Tan pronto el maleficio estaba identificado, se procedía  a entregar al paciente un líquido aceitoso, en un frasco  de color verde, el cual debía tomarse de manera inmediata, frente al yerbatero, de un solo sorbo y muy rápidamente para que surtiera efecto. Después de esta toma aceitosa, el paciente  debía descansar de 15 a 20 minutos allí en la cuja de madera, abrigado  con un trapo rojo, hasta que le dieran ganas de ir al baño; cuando esto ocurría, el paciente era dirigido al compartimento en donde estaba la bacinilla y allí debía sentarse a descargar su cuerpo de manera completa, mientras el yerbatero, le frotaba otros brebajes y mascullando  palabras que no se entendían  le aprisionaba la cabeza; una vez finalizada la expulsión,  el paciente descansaba, pues el brebaje  aceitoso no era más que aceite de ricino concentrado que usado en gran cantidad  sirve como laxante, y que  obliga al organismo a evacuar todo de manera urgente, luego el yerbatero aprovechaba  la confusión, para  sacar un sapo muerto que tenía  cerca a la bacinilla o un manojo de cabello  y ponerlo dentro de lo evacuado,  para luego mostrárselo al paciente y asi  demostrar el maleficio que le habían hecho, bien un compadre, una comadre, una amante, novia o  un vecino.

El paciente desconcertado, pálido por la diarrea, pero  satisfecho del trabajo,  reposa en la cuja de madera y lo arropan nuevamente con un trapo, pero ahora de color blanco, mientras se recupera  no más de media hora, después de esto, el yerbatero se dirige  diciéndole  que debe tomarse una cantidad de varios de los brebajes por una,  dos, tres semanas, o más, para que el maleficio sea curado totalmente,  a lo que el paciente confirma, mientras el yerbatero, pasa de un frasco grande a uno pequeño, las dosis formuladas, y diciéndole de manera verbal cuantas copas al día debía tomarse, por que los  hermanos no sabían de letra como decían, ya que ellos no habían podido asistir a la escuela; luego no sabían ni leer ni escribir.

Al terminar la consulta se preguntaba cuanto se debía y  el yerbatero decía que la consulta no valía nada, solo la medicina o brebajes que ellos preparaban en unas grandes ollas de barro que ponían a hervir diariamente con  muchas hierbas y que después de enfriarse las pasaban por un colador hecho en crin de caballo y las envasaban en los frascos de  colores que colocaban sobre las mesas desvencijadas.

Tiempo después cambiaron la forma de analizar la  enfermedad o el maleficio; luego  para la consulta, se debía llevar un frasco con orina o corriente como  le solían llamar,   esta muestra de orina o de corriente, la ponían en un frasco de vidrio y con una vela la calentaban mientras iba observando  muy misteriosamente,  hasta dar con la enfermedad o maleficio, después de esto, el procedimiento era igual que  el anterior, cama, aceite de ricino, bacinilla, sapo o cabello, brebaje y pago de los medicamentos.

En una ocasión,   unos muchachos, viendo como a su abuelo le quitaron la plata durante varios meses, le llevaron a uno de estos yerbateros un frasco con orina de una cerda recién parida, corriente que fue entregada  a nombre de un paciente del llano de 45 años y muy rico; la orina fue recibida  y  siguió el procedimiento normal de análisis, dando como diagnóstico que el señor tenía una enfermedad nerviosa, producto de un poco harina de huesos de muerto, revueltos con  menstruación de mujer, que le había dado un vecino que le tenía envidia y que quería quedarse con la esposa y toda su  riqueza. Cuando los muchachos escucharon el diagnostico,  soltaron la risa y le dijeron que era un hablador y estafador, que había robado al abuelo y que lo iban a demandar ya que   “Los miaos que habían llevado eran de un marrana recién parida que ese día iban a vender” por lo que con eso, podían demostrar cómo era que estaban robando a la gente; el yerbatero, no tuvo más remedio que sacarlos corriendo  diciéndoles  maldiciones y asegurando que el demonio  se apoderaría de ellos. Años después a uno de estos jóvenes   le gustaba  una de las hijas, pero no se atrevía a enamorarla  porque según este, decía que si se le acercaba el yerbatero le "secaba los huevos".

La fama de los yerbateros del Lengupá, y su poder curativo se extendió por  el departamento y los llanos casanareños, allí a sus veredas y a sus casas, llegaba gente de muchos lugares, en busca de la cura de  su enfermedad,  por lo que los organismos  de control debieron tomar nota de lo ocurrido,  y por presión de los médicos  y de la secretaria de salud, fueron  controlados, pero al encontrar que sus brebajes eran inocuos para la salud de los pacientes, los dejaron  que estuvieran allí sin problema alguno;  ellos sintiéndose  ya con más confianza empezaron a vender medicamentos  convencionales y ahí si se entraron en  líos, pues no había licencia, luego debieron conseguir una licencia para vender este tipo de medicamentos. En esa ocasión  un personaje de la región, que llamaban charrasqueado, valiéndose  de la necesidad  de que  estos tuvieran una licencia de funcionamiento y  un  título, les cobro a cada uno en 1978 la suma  de 25 millones de pesos, para conseguirles la licencia  acompañada de un titulo, en donde certificara  su  profesión de médicos, una suma considerable, que no tenia cualquiera, pero que ellos habían logrado amasar  por años de engaño a sus pacientes.

La suma acordada se pacto en dos pagos, uno al inicio y otro al entregar la licencia y el titulo, y asi se hizo, el fulano  se fue para Tunja, y mandó hacer  en una tipografía, unos  títulos de una universidad de  Francia,  que les otorgaba el titulo de médicos, y por  referencia de Jorge Perico Cárdenas, con algunos personajes de la secretaria de salud, les consiguió la licencia para vender medicamentos,  luego el trabajo quedo listo y fue entregado en tiempo y forma; asi mismo fue pagado en efectivo, como se había acordado;  los yerbateros colgaron su diploma y su licencia orgullosos en su casa y por supuesto se subieron de nota y de estrato, ahora los brebajes valían más y sus esposas ya estaban al nivel de las esposas de los otros doctores;  situación que siguió aprovechando charrasqueado   y les vendió ahora un curso de inglés  de Inglaterra, para que  estuvieran mas a nivel de las otras damas; el curso  tenía una duración de seis meses en clases  2 veces por semana de 5 a 7 de la noche,  con la condición de que nadie se enterara, porque ese era un favor personal que le estaba haciendo a la familia y que él no le hacía a nadie más, luego las clases se pactaron en mucho silencio, y como enseñar inglés de Inglaterra era muy difícil y se requeria de grandes condiciones, el valor por clase fue de  cien mil pesos. 

El fulano llegaba las dos veces por semana y se reunía con las esposas de los  yerbateros a enseñarles el idioma, hasta que aprendieron  como se decía cotiza, burro, y otras tantas palabras  populares, que las damas preguntaban, a las cuales  les agregaba  la terminación “éis” luego cotiza en ingles sería “cotizeis” y  burro "burreis", hasta que  las alumnas lograron aprender mucho y se sentían orgullosas de "saber hablar inglaterro" a la perfección; estas alumnas,  solo se dieron cuenta del robo cuando sus hijas ingresaron a estudiar al colegio y de lo poco que aprendieron allí, lograron saber que a las mamás las habían robado. Mientras tanto Charraqueasdo,  disfrutaba con sus amigos de más confianza, contándoles como era que se desplumaba a los yerbateros. luego ladrón que roba ladrón tendrá cien años de perdón, o como se dice el vivo vive del bobo y el bobo vive del pueblo.

1 comentario:

María Ligia Ballesteros Barreto dijo...

Tanto en la medicina tradicional como en la convencional, ha sido común los casos de falsos yerbateros y galenos.
Tu interesante relato Héctor, me llevo a recopilar el testimonio de una persona (del que doy fe de su veracidad), el que coincide en algunos apartes con tu narración, y que la comparto en éste espacio, como antecendente de la histórica importancia de la medicina ancestral en Miraflores y Lengupá; la que y sin ser un secreto para nadie, ha sido estigmatizada y perseguida por la medicina convencional. Para entender su relevancia, basta con referirnos a las agüitas hechas con plantas aromáticas y otras de uso medicinal, que aún consumimos y que básicamente son las mismas que utilizaban los "médicos Yerbateros", como así se les solía denominar y que hoy en nuestras culturas indígenas afortunadamente las continúan utilizando.

Esa persona cuenta haber sido curada hace ya muchos años por dos hermanos (mujer y hombre) yerbateros (que curan con yerbas). Dice: De repente enfermé, todo lo que comía lo vomitaba, el apetito y las fuerzas disminuían; a la altura el pecho me apareció una herida externa, llegando el momento en el que sentía, que la vida se me acababa. Al enterarme de la existencia de una señora yerbatera, a troncas y a mochas me fui hasta la vereda la Valvanera del Municipio de Garagoa, en donde atendía. Esta yerbatera, solía tener una forma muy particular y misteriosa manera de hallar el mal a la persona. En el cuarto de su humilde casa en donde atendía, tenía sobre una mesa un cuero de animal salvaje disecado y sobre éste pintado un esqueleto humano. Luego de invitarme a seguir y sin pregunta alguna, ni menos examinar mi cuerpo, procedió a detectar el problema de salud (maleficio), utilizando una especie de moneda o medalla, la que desplazó desde la cabeza hasta el pecho del esqueleto, en donde la detuvo, porque y según ella, ahí estaba el problema de salud; expresando a la vez la frase: “dicen que no hay culebras, pero que las hay, las hay”. Luego procedió a darme el brebaje envasado en un frasco de vidrio llevado por mí, e indicándome que debía tomar 3 copas diarias y una pasta de mejoral con cada toma; debiendo volver cuando terminara la cantidad recetada. Desde la primera toma empecé a sentir mejoría, pude volver a comer y recuperar la vitalidad. Fui a donde ésta "Médica Yerbatera" como una tres veces y ante la presencia de uno de sus hermanos en la vereda de Arrayán del Municipio de Miraflores (invitado por la misma comunidad a instalarse allí), por la cercanía recurrí a Él, quien con el éxámen hecho a través de la orina y tratamiento dado, terminó de curar mi herida y el resto del mal que me aquejaba.
Gracias a la existencia y oportuna atención de estos hermanos, hoy puedo contar éste difícil hecho de mi vida, pues los galenos a quien visité en ese entonces, no les fue posible curarme con las pastas que me formularon.