EN QUINTA DE MA.( un viaje a la llanura).
La banda municipal de nuestro pueblo, después de las fiestas de Miraflores,
siendo decepcionados por su propio público; y
engañados por la RAPIDO DUITAMA y
su propietario el indocto en música FRUTO ELEUTERIO MEJIA BARON, son contactados y contratados por los miembros de la junta de
ferias y fiestas de San Eduardo; quienes ven en estos grandes músicos, muchos valores musicales; allí en esas fiestas de San
Eduardo, fueron recibidos, tratados muy
bien, y sobre todo muy admirados por toda la ciudadanía de este pueblo hermano;
su pago no solo fue entregado en tiempo
y forma, sino que además fue premiado
con un día mas de pago; al poco tiempo
la fama de esta incipiente banda, con
gran futuro musical y comercial, empezó a
ser más amplia, fue así que en esos mismos días la contactó la organización de la ferias y fiestas de
Monterrey (Boyacá) hoy Monterrey (Casanare), para que amenizara como banda principal las ferias y fiestas de ese municipio casanareño.
El viaje a Monterrey tenía mucha
expectativa ya que iban a conocer la
llanura casanareña; para este viaje les enviaron pasajes hasta San
Luis de Gaceno, lugar hasta donde llegaba en ese entonces la carretera, allí
los montaron en caballos
e iniciaron el camino hasta Monterrey, los músicos muy asustados, pues aunque en Miraflores todos
somos llaneros, ellos no habían tenido
la oportunidad de cabalgar; así que cuando debieron pasar dos ríos uno el Upía
y el otro el río Túa, montados sobre sus corceles, unos no pudieron hacerlo y se apearon de los caballos, pero todos muy
asustados, por el caudal de estos ríos; aunque el agua solo les llegaba a la
panza de los caballos y les mojaba las rodillas a los jinetes; pudo más las ganas de triunfar, que el miedo
por las “torrenciales aguas” de estos ríos,
y aunque era época de verano; los músicos no habían
visto otros ríos diferentes al Lengupá, y solo lo habían pasado por el puente que une a Berbéo con Miraflores; por lo que su asombro, admiración y miedo se mezclaron de manera tan intensa que
los dejo marcados para siempre.
Después de sortear por varias horas, todos los riesgos en ríos y caminos; los músicos
llegaron a Monterrey, cansados, mojados,
con hambre, con sed y con su maletas de ropa mojada, pero con todos los
instrumentos en buen estado; a su
arribo, salieron al encuentro muchos jinetes, porque había llegado la banda de
músicos de MIRAFLORES BOYACA, en esa época Monterrey era como un típico pueblo del oeste
americano, no había luz eléctrica, solo
eran unas pocas casas, las calles todas
en tierra, la polvareda era máxima, abundaban
las cantinas, y el comercio era muy
bueno, los lugareños siempre a caballo, con su
sombrero alón “pelo de guama”, pantalón
a medio arremangar, la mayoría pata al
suelo, muy pocos con cotiza y casi nadie
con zapatos; y con ellos su compañero fiel
un revolver 38 bien llevado al cinto, mismo que era orgullo local mas el
infaltable poncho; todos los jinetes
bien montados y armados, echando plomo y
pólvora en señal de alegría, salieron al encuentro de bienvenida de la banda de músicos de Miraflores; mientras gritaban.
¡VIVAN LAS FIESTAS DE MONTERREY!
¡VIVAN
LOS MÚSICOS DE MIRAFLORES!.
Con la llegada de los músicos de
Miraflores, el ánimo de la población subió
el furor y se solicito que los músicos
se bajaran del caballo a tocar; en ese momento
todos los músicos olvidaron
cansancio hambre y demás, se apearon de los
caballos y a tocar, interpretaron
una de las canciones más sencillas de ejecutar “El PARAGUAY”, allí no importo si se perdían
dentro de las notas musicales, o se comían una parte, o si mezclaban dentro de
la pieza musical las notas del himno nacional, si tocaban en quinta de MA, o si tocaban de
manera independiente, es decir cada uno por su lado, lo importante era tocar y así fue.
Después de animar esa noche el inicio
de las festividades de Monterrey, les dieron comida y les señalaron un salón grande en donde les dispusieron
hamacas para dormir; pues como buenos
llaneros debían saber guindar la hamaca, poner su toldillo y acomodarse;
pero no alcanzaron las fuerzas, ni los guindos, ni el conocimiento para hacerlo,
luego debieron dormir en el piso, con el miedo de que por la noche se les
podían meter las culebras y los bichos
que abundan en los llanos; pero el cansancio le ganó una batalla más al miedo.
Al amanecer del primer día de las fiestas, siendo las 4 de la mañana, debían
estar listos para la alborada; por lo que salieron muy apurados y dejaron las maletas abandonadas, mismas que se llenaron de hormigas y se le comieron algunos alimentos que tenían guardados en
caso de emergencia.
Durante todo el día, desde las 4 de
la mañana con la alborada, hasta bien entrada la noche, y durante los tres días,
debieron tocar y , animar sin
desfallecer, por las calles polvorientas, en casetas, y en todo
lugar a donde fueran solicitados sus ritmos musicales; y aunque el cuerpo pedía descanso, era
exigido al máximo, ya que todos los músicos
se sentían muy bien, por que eran
atendidos con bebidas y alimentos de
manera frecuente por los organizadores y las hermosas damas del pueblo; esta vez el cansancio fue derrotado por las ganas de triunfar una
vez mas.
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