De Miraflores.
Cementerio de Miraflores Fot Ligia Ballesteros. |
Toño aquel
personaje sin miedo oriundo de Miraflores, que
desde joven se fue a vivir a los llanos orientales, hace muchos años, y en el que vivió una buena parte de su
vida, pudo acumular en su mente muchas historias fantasiosas que con orgullo y convencimiento compartió
durante varias generaciones en las tiendas y cafeterías de Miraflores cuando retorno nuevamente, a
su tierra natal Miraflores Boyacá.
A sus a sus 98 años un día jueves salió de su casa a las 5 de la mañana, con destino a la carnicería a comprar la
carne fresca para el desayuno; por el camino se
encontró con don Rafaél un viejo que desde las 4 de la mañana
todos los días, se sentaba en una cafetería por el
lado de la plaza de mercado a tomar tinto, a hablar con los amigos
y a hacer negocios; ese día cuando
don Rafaél vio a Toño su amigo, lo llamó y le brindo un tinto
caliente bautizado con un aguardiente doble como era la costumbre de los
viejos, cada vez que se encontraban en las cafeterías
del pueblo al amanecer; aquellas cafeterías, eran a su vez panaderías y en las que todos
los madrugadores siempre tomaban tinto, o jugo de
naranja acompañado de Kola granulada tarrito
rojo, con un trago de brandy y uno o dos huevos crudos, que según
los entendidos les servía para fortalecer
el cuerpo , el alma y estar siempre listos en caso de
presentarse alguna faena amorosa. El consumo de esta singular mezcla, ha sido tradición, por
aquello de lo afrodisíaco que
la consideran.
Siendo las seis de la mañana, después de haberse tomado tres tintos bien
grandes, bautizados con un aguardiente doble, y haber consumido un gran vaso
de jugo de naranja con la Kola
granulada, el brandy y dos huevos, preparado con destreza por Carmelita, Toño
se despide de don Rafaél de manera más ceremoniosa que lo
acostumbrado y se dirige a la carnicería de Yacué; a paso lento, muy lento va
caminando con su bordón hecho de macana con punta de hierro que le servía para sostenerse, hasta
llegar a la carnicería. Allí en la carnicería, le pide a Yacué, tres libras de
carne pulpa, y una de hueso, que
envuelven en hoja de plátano seca llamada papelón, ya que en la época no
existía el plástico, ni las bolsas de papel y menos para la envoltura de la
carne, ya que la misma se envolvía bien en papelón o en hojas de helecho
marranero.
Las historias de Toño siempre fueron fantasiosas, exageradas y acomodadas según
las vivencias que tuvo mientras permaneció en
los llanos orientales trabajando como mensual (muchacho
mandadero), cuando joven,
luego como caporal y después como
propietario de una finca pequeña que fruto
de su arduo y duro trabajo pudo adquirir de manera muy
honesta.
Los últimos años de Toño, los paso en su pueblo natal
Miraflores, en donde tenía su casa; allí en el pueblo lo acompaño siempre su
esposa y sus 4 hijos; su rutina fue la misma desde el día que decidió quedarse
a vivir para siempre en Miraflores, levantarse
temprano, salir a tomar tinto a las 4 de la
mañana, comprar la carne, desayunar, y descansar hasta la hora del almuerzo, hacer la
siesta y salir a las tres o cuatro de la tarde
todos los días al parque y sentarse en una cafetería a ver pasar
gente, mientras tomaba tinto y contaba sus
fantasiosas y fenomenales historias de
todas sus vivencias, a sus amigos, a los jóvenes y a los niños quienes con
asombro y boquiabiertos le escuchaban atentamente por horas y horas todos los relatos que
contaba siempre con un sentimiento de amor y pasión por
los llanos orientales.
Ese día jueves su
esposa le sirvió como desayuno un plato de caldo con
un hueso bien carnudo, una arepa grande de maíz
pelado, y un chocolate en leche, servido en una taza blanca
con flores traída de la china y que había heredado de una de sus patronas.
Después de su desayuno, Toño se recostó en su hamaca a descansar quedándose dormido hasta la hora del almuerzo, mismo que no quiso recibir por sentirse un poco mal de salud.
A las 3 y media salió como de costumbre con destino al parque municipal y se instalo
en una cafetería por el lado de la
copa, que era atendida por doña PEPITA, una
señora de más de 65 años, de piel
blanca, contextura delgada, de 1,80 metros de estatura, de hablar apaisado,(acento antioqueño) y como
característica especial su cara y sus manos muy arrugadas.
Allí en la cafetería de doña Pepita, tomo
tinto con varios de sus más cercanos amigos, y empezó a contar otro de sus cuentos. Cuando estaba dando inicio a una de
sus presuntuosas vivencias, apareció en medio de la penumbra un toro de casta
que por descuido de uno de los ganaderos, se había salido
de los toriles de la plaza de toros y de manera inexplicable llego a una frutería localizada
diagonal a la cafetería que atendía doña Pepita, en pleno centro de la ciudad;
este animal de casta, que tenía como
destino final una corrida de toros en la MONUMENTAL SAN JOAQUÍN DE
MIRAFLORES, se escapo, llego al parque y se
detuvo por varios minutos frente a la frutería, mientras la muchedumbre corría
despavorida al ver esta inimaginable escena.
En ese momento Toño dejo de contar su relato, se
paró, y salió caminando lentamente, sostenido con
su bordón hacia la puerta de la cafetería
de doña Pepita con el fin de opinar sobre
este singular episodio. Cuando llego a la puerta, se detuvo,
grito una instrucción al dueño de la frutería y cayó al piso súbitamente; de manera rápida todos los allí presentes, lo llevaron de emergencia al Hospital Elías Olarte que estaba ubicado a menos de una cuadra de distancia de la cafetería de
doña Pepita.
Ese trágico día, se continuaba celebrando las ferias y fiestas del pueblo, de ahí la
presencia del toro de casta, mientras todos
corrían despavoridos por la presencia del toro de casta al frente de la frutería muy cerca al parque
municipal, en donde empezaba la verbena popular, Toño
llegaba al hospital en manos de los amigos y curiosos.
En el Elías Olarte, fue atendido de manera rápida por el equipo médico del
entonces, pero su edad, el susto y el golpe recibido por la caída en la
cafetería de doña Pepita no le permitió continuar con vida.
Hasta el centro hospitalario llegó su esposa, acompañada de sus hijos, amigos y
familiares para darle su último adiós. Toño murió a
los 98 años en los brazos de su amada esposa, en la tierra que
un día lo vio nacer y
luego partir hacia los llanos orientales; misma tierra que lo recibió durante
su vejez y que luego le sirviera de última
morada, como fue siempre su deseo.
Toño falleció producto de una insuficiencia cardíaca, producto del susto que le causara ese toro de casta en el parque de
Miraflores, no sin antes dar
el último consejo a gritos al dueño de la
frutería para que le disparara al toro, con su revólver calibre 38 marca Smith & Wesson y no permitiera una
tragedia mayor.
Toño antes de morir estaba dando inicio a otra
de sus fantasiosas vivencias, sobre el encuentro que tuvo con
la insurgencia, en algún lugar de la región del Lengupá mientras pescaba en
compañía de varios amigos y en la que le fue perdonada la vida, por su valentía
y su coraje.
Toño, siempre amo a su
pueblo Miraflores, amo a su gente, a sus amigos y dejo muchas historias
fenomenales, fantasiosas, anecdóticas y reforzadas que en su mente acomodo
y contó a varias generaciones, en las tiendas y cafeterías del pueblo frente a sus amigos, conocidos y demás que le
rodeaban mientras las iba relatando como si
fueran ciertas, dejando a todos boquiabiertos, mismos relatos que después de ser escuchados por la
gente, servían para reírse y mofarse de aquel personaje que llevo a
su pueblo natal Miraflores y a los llanos Orientales muy dentro de su corazón y
que tuvo la fortuna de regresar al pueblo y contar a las diferentes
generaciones todas sus historias llenas de fantasía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario