Del Camellón.
Casa encantada Fot Hr. |
Uno de los primeros edificios de Miraflores, fue aquel
construido, en la calle que va del parque principal, hacia el viejo hospital
Elías Olarte, precisamente al margen derecho, en el lugar llamado el camellón,
frente a la casa de don Rosendo Toro, conocida por todos los habitantes, y
turistas, por su venta de quesos, almojábanas, pan de maíz y alfandoques, entre
otros manjares locales.
Este edificio de ladrillo
a la vista, de tres pisos, de arquitectura moderna para el entonces, con cinco
arcos, en sus puertas y ventanas,
fue construido por Efraín Barreto
Rojas, oriundo de Campo Hermoso,
exactamente de la vereda de Encenillo,
uno de los pocos y primeros liberales de
Campo Hermoso, quien precisamente, debió vivir en Miraflores por asuntos políticos, casado con
Soledad Roldán Cuervo, oriunda de
Miraflores, hija de Sergio María Roldán hijo de emigrantes antioqueños y Ana Rosa
Cuervo, oriunda de la vereda del Morro.
La construcción del edificio, duró aproximadamente unos 2 años, en el primer piso, funcionó el almacén, el
segundo piso se uso como gran bodega y el
tercero como vivienda. Allí funciono por años, una de las mayores centrales de
distribución de víveres, rancho y
licores, para toda la región del
Lengupá, desde allí se despachaba con
destino a Páez, y Campo Hermoso, en
mulas de carga todo tipo de mercancía
del momento, y se vendía al por mayor mercancía que abastecía otros almacenes comerciales del entonces. El
comercio era tan fluido en Miraflores a tal punto que fue declarado,como el principal centro comercial,de la región, llegando a recibir Miraflores en esos momentos los apelativos por demás muy elegantes, de, “Perla del Lengupá, o la
Puerta de oro de los llanos”.
Después, sus propietarios, debieron abandonar de manera urgente el pueblo por los asuntos de la guerra de los años SIN- CUENTA, cuando se descubrió que en una estatua con la
imagen de la Virgen del Carmen, proveniente de Garagoa y con destino a Páez, estaba llena de armas
de corto y largo alcance, y cuyo fin era
el de ser suministradas a los chulavitas acantonados en la región.
Por años funciono allí en este edificio, en el primer piso almacenes
de víveres, hasta que fue
adquirida por Oscar Rivera y Rosarito Alfonso, para desarrollar su negocio de
bicicletería (taller, almacén, venta y alquiler de triciclos y bicicletas),
cuentería (venta y alquiler de cuentos), venta de álbumes, “cromos o monas” de
diferentes colecciones de moda del entonces, también era heladería, y venta de gaseosas, dulces, y golosinas variadas; y años más tarde restaurante y cafetería.
La bicicletería, cuentería y heladería, que Oscar y Rosarito, instalaron en el primer piso del edificio, hacía parte de las pocas diversiones que por años tuvimos los niños, jóvenes adolescentes y adultos de la época, ya que en este lugar los niños a diario, pasábamos gran parte de nuestro tiempo libre leyendo los cuentos de la Zorra y el Cuervo, Kalimán, Arandú, Tuco y Tico las urracas parlanchinas, Red Rider, Linterna Verde, Supermán, Tío Rico, El Santo, El llanero Solitario, entre otros más, y alquilando triciclos y bicicletas, en las que muchos pudimos aprender, después de unos cuantos cuartos de hora, múltiples caídas , pinchazos, accidentes, y daños a los caballitos de acero, mismos que debíamos pagar indefectiblemente, porque todo tenía un precio y no había rebaja alguna.
Mientras leíamos los
diferentes cuentos, sentados, al principio en
bancas largas de madera, en donde
cabíamos tres, cuatro o mas niños,
mismas que al poco tiempo fueron
cambiadas por sillas individuales, de hierro forradas en mimbre de diferentes
colores, también saboreamos un helado,
de vainilla, de coco, o de queso, que sabían hacer muy buenos. El préstamo de
los cuentos era PERSONAL, y no se podía leer un cuento en compañía, ni intercambiarlos, ya que se le llamaba la atención, y si no se atendía
la misma, le cobraban al infractor el doble,
lo sacaban de la cuentería, y le sancionaban por un tiempo no
alquilándole los interesantes cuentos. Luego todos aunque queríamos
compartir, o intercambiar, no lo
hacíamos por temor a la sanción. Tiempo después, implementaron una nueva modalidad de préstamo e
intercambio de cuentos pero con un
recargo adicional por los servicios prestados,
valor que se pagaba igualmente sin recato y sin objeción alguna.
La cuentería de Oscar y
Rosarito, fue una de las primeras, pero
luego le salió competencia, con otras cuenterías, entre ellas la de la familia
Castillo Quintero, y la de Tiberio
Martínez, que en su momento se
volvieron muy importantes y
superaron la de la casa del camellón. Estas
nuevas cuenterías, especialmente la de la familia Castillo Quintero, fueron más
flexibles, con sus clientes, tenían más promociones y condiciones diferentes,
lo que permitió una sana competencia entre las mismas y más beneficio para
nosotros los asiduos clientes.
Oscar Rivera y Rosarito Alfonso Fot. cortesía de la familia Rivera Alfonso. |
En cuanto a la bicicletería, de Oscar y Rosarito, pudimos
alquilar los triciclos cuando pequeños;
y ya mas grandecitos bicicletas,
en ellas aprendimos, sin poder movernos de la cuadra y bajo la
vigilancia permanente de Héctor Rivera,
o de Nelson Rivera, hermanos de Oscar, quienes con un grito, indicaban el tiempo y le señalaban como actuar,
y cobraban por el servicio.
Después de
saber maniobrar bien, el caballito de acero, podíamos salir a dar vueltas por el parque principal y los
más experimentados lo hacían por
las diferentes calles del pueblo, mientras todos pasábamos en cada vuelta por el frente de la casa encantada gritando tiempoooooo? y esperando que la respuesta fuera que aun
quedara algo del mismo, porque las condiciones económicas solo alcanzaban
para alquilar por cuartos de hora y el más poderoso en billetes, máximo una
hora. Luego si nos pasábamos del tiempo límite, el pago se debía hacer como lo
hacen hoy los parqueaderos, hora o fracción y no nos alcanzaba para
refrescarnos con el delicioso helado que hacían también allí y que vendían por
$0,10 o $0,20 centavos, años mas tarde
subieron de precio hasta los $0,50 y $1
peso del entonces.
En horas de la madrugada, y
por motivación del mismo Oscar quien siempre fue promotor del ciclismo
en el pueblo, se hacían entrenamientos en bicicleta, siempre esperando poder
participar en alguna competencia local, ya que el deporte
del ciclismo en ese entonces
era muy importante dentro del
contexto local y nacional. Luego muy a las 4 de la mañana, se llegaba a
la casa encantada, a sacar la
bicicleta, para entrenar, dando
múltiples vueltas en circuito, arrancando por el camellón, el ancianato,
la alcaldía, el ocobo, la palma, el cementerio,, retornando por la parte superior, pasando por el
rubí, la esquina del chisme en parque principal, y cerrando el circuito una y otra vez hasta las seis de la mañana. A estas salidas diarias y permanentes durante
el año, se sumaban veteranos y juveniles ciclistas, como Adolfo
Romero, a quien según comentaban, fue
descartado para participar en competencias nacionales, por que cuando
pedaleaba, abría las piernas y con las rodillas golpeaba a los demás ciclistas,
dejándolos fuera de ruta, Adolfo Romero, junto con Oscar Rivera, Moisés Garzón, Luis Martínez. Hernando Mendoza (el Trompi), Luis Ramírez, Tiberio Martínez, Orlando Camargo, Pablo Castillo Quintero, Álvaro
Espejo, Rolfe Arguello, Salvador Vallejo, Guillermo Vanegas (el Morraco), Darío
Daza, Mario Patarroyo, Edgar Julio Gutiérrez, Jorge Oswaldo Vaca, Germán y Rolfe Barrera, Gustavo Perilla, Rigoberto
Medina, los hijos de Luis Ramírez, Nelson Colmenares, Nelson Monroy, y
otros tantos más, hacíamos parte
del diario y sano esparcimiento,
todos con una meta, participar en la competencia local y con la
ilusión y sueño, de llegar a ser igual
o más grandes que los ciclistas
de la época, como lo fue Cochise Rodríguez, Rafael Antonio Niño, escobita Morales y Álvaro Pachón. Glorias
del ciclismo nacional y referente del entonces en este deporte.
La casa encantada, luego se convirtió en restaurante y
cafetería, en donde Rosarito,
preparaba los mas deliciosos postres y alimentos que
también pudimos disfrutar, en su
restaurante- cafetería y era habitual ver a las diferentes familias
pedir una deliciosa gelatina con crema y helado
o un suculento almuerzo, con sopa especial y principio de ricas y frescas habichuelas, acompañado
de torta de mazorca y un fresco y
abundante jugo de Champa o Chamba en
leche y
otras frutas de temporada.
La casa encantada, ha
sido la testigo muda de muchos eventos
del pueblo, ya que ha visto desfilar
calladamente a muchas
generaciones, fue testigo de
encuentros sigilosos entre godos
y cachiporros, fue testigo de reservados planes de los liberales en la logística, planificación y asesoría militar
en la toma de Páez, fue el punto en
donde el viejo Pedro, desenmascaró uno
de los mas secretos planes de
abastecimiento de armas para los chulavitas, fue uno de los principales puntos
del comercio local, fue punto de
diversión y sano esparcimiento de casi
todos los niños de la generación del 60,
70 y 80, y también fue
protagonista de uno de los pocos accidentes de intento de suicidio
ocurridos en el pueblo, cuando un paisano, se lanzo desde el techo, de esta
casa a la calle, pero que en su alto y no bien programado vuelo, quedo
enredado en los cables de alta tensión, salvando asi su vida, sin embargo quedando
el osado, con unas secuelas muy
difíciles de superar.
Sobre esta construcción, allí en el camellón, denominada la casa
encantada, han transcurrido y se han tejido muchas historias llenas de encanto y nostalgia, por
lo que debemos conservar su arquitectura, ya que sus paredes, aun llevan silenciosamente los secretos de la guerra, y las alegrías de
varias generaciones de este nuestro bello Miraflores, que hoy muchos recordamos
con gran nostalgia, no solo en el municipio, sino en toda Colombia y en el
mundo entero en donde hay un mirafloreño.
Esta historia ha sido
escrita con el mayor cariño y respeto,
con el ánimo, apoyo y ayuda de muchos paisanos, quienes se
pronunciaron a través del FB cuando
vieron la fotografía de la casa
encantada, y empezaron a recordar con cariño y nostalgia los tiempos vividos y pasados allí en la cuentería, bicicletería, heladería, restaurante, y cafetería,
propiedad de Oscar Rivera y Rosarito Alfonso,
y familia.
Gracias a: Dora Rivera,
Isabela Antonia Morantes, Nidya Yaneth Barreto Pinzón, José Miguel Ramírez,
Hugo Arias Pulido, Oscar rivera Alfonso, Julio Roberto Pinzón Moreno, Olga
Leonor Torres Muñoz, Gustavo Perilla, Jenny carolina Roa Roa, Monita Roa Sánchez,
Gonzalo Rojas, Alejo Ro-di, Paula Rivera, Nelson Monroy, Carlos Arturo Rojas,
Rolfe Ortiz.
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