Anécdotas, Cuentos, Historias

viernes, 24 de octubre de 2014

Velódromo Municipal

Valero - Rojas.

Velodromo  Valero Rojas. Miraflores, Fot de Carlos A Rojas Sastoque.

Cuando muchos niños y adolescentes,  estábamos aprendiendo a montar en bicicleta, lo  debíamos hacer en las calles del pueblo, bien  al frente de las  bicicleterías  en donde nos alquilaban las mismas o bien en calles que  eran  poco transitadas.

En nuestro pueblo como  muchos otros pueblos del mundo,  siempre fuimos adelantados, es asi que por años tuvimos la Universidad local, (La libre) campos de golf,  ( El cementerio)  y  por supuesto nuestro propio velódromo, en donde podíamos asistir gratuitamente, para aprender y practicar el deporte del ciclismo.

Nuestro velódromo  Valero - Rojas, era  toda la calle  del antiguo club social,  que empezaba en  la casa de los Valero, esquina superior  del club, y terminaba en la esquina inferior del club, en el almacén el Regalo propiedad de doña Merceditas Sastoque de Rojas; allí en esa calle   tuvimos la oportunidad de mostrar nuestros más grandes dotes como  ciclistas.

El proceso iniciaba con el alquiler de la bicicleta  en cualquiera de las bicicleterías del pueblo, llegábamos hasta la parte superior del velódromo, montando nuestro caballito de hierro en ese entonces, y nos dejábamos  descolgar sin temor alguno por la loma; la idea era, parar  o disminuir al máximo la velocidad allí en la esquina del chisme ( café los parasoles) para  pasar la calle  con destino al parque principal, o para  regresar y nuevamente lanzarnos.

Muy pocos en el pueblo tenían la dicha de  tener su  bicicleta propia por  lo que aquellos que no la teníamos, nos uníamos a los que si tenían,  para ver la posibilidad de que nos permitieran usarla asi fuera una  vez,  situación que  casi nunca ocurría  y es que en asuntos de la bicicleta, suele ocurrir como en el matrimonio, muchos  la ven, la quieren usar, pensado que por que el dueño no la usa y la tiene  en  un lugar de la casa descuidada,  no le interesa para nada,  pero resulta que no es asi, por que cuando llega alguien y  pretende usarla, o por lo menos  mirarla, los sentimientos  vuelven a aflorar y no se deja ni siquiera que se haga un soslayo mirar. Luego para no estar mendigando  lo mejor era ir a la bicicletería  de Oscar, de Tiberio  o de Los Castillo y alquilar una bicicleta en buenas condiciones.

Allí en el velódromo  Valero-Rojas, ocurrieron muchas historias, de las cuales fueron fieles testigos especialmente doña  Merceditas y  familia, pues a su almacén el regalo  llegábamos casi todos los que hacíamos uso del velódromo,  y de manera intempestiva, subíamos el andén, entrabamos al almacén sin decir buenas y quedábamos clavados de cabeza con la bicicleta encima, sobre un arrume de colchones que estaban para la venta,  o sobre las grandes vitrinas de madera y vidrio.

En el entonces,  Álvaro Pachón llamado el cóndor de los andes , en sus competencias descendía por las montañas del mundo como lo hacíamos nosotros en nuestro velódromo, luego no  había que envidiar nada a nadie, solamente aguantar la fuerza del viento,  la velocidad  y el golpe que recibiríamos a la llegada y entrada al  almacén el regalo, pues el más afortunado paraba en los colchones y allí no pasaba nada y el  desafortunado a las vitrinas del almacén el regalo; luego doña Merceditas nos   regañaba y nos sacaba con respeto, pero luego pasaba la cuenta a los papas sobre los daños causados, suma que debíamos pagar  con altos intereses, cobrados, en nuestras casas con  fueteras, y castigos.

Algunos menos afortunados  y me imagino por los daños causados, dicen que fueron sacados con el palo de la escoba,  de eso no  recuerdo pero  es posible ya que  éramos un montón los que llegábamos al almacén a comprar colchones o vidrios, montados en bicicleta de manera  frecuente.


Dice Gonzalo Rojas, que uno de los tantos días, en que se practicada allí en el velódromo Valero-Rojas,  él junto con su amigo Mauricio Alvarado, sacaron unas cajas de  camisas, del almacén y las dispusieron en  plena pista, con unos ladrillos adentro de las mismas, algo asi como   adecuando una pista de Bici-Cross, para los practicantes. En ese momento, bajó en  bicicleta Pedro Totia, mientras  dos amigos narraban y trasmitían la prueba, tal como  lo escuchaban en las transmisiones de radio cuando  se corría la vuelta a Colombia y que eran narradas por  Carlos Arturo Rueda, Alberto Piedrahita Pacheco y otros más. (Aquí va Cochise Rodríguez  descendiendo  a toda velocidad, buscando descontar, el tiempo que le ha sacado Rafael Antonio Niño, de Samacá, Cochise, se para en los pedales, y  ya ha descontado un valioso tiempo, hacemos el cambio para el tras-móvil numero 2 adelante… mientras otro  compañero  continuaba; Aaaaaquí tras-móvil número 2  en la distancia veo a Cochise, descendiendo a toda velocidad por las montañas…..uhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh Hp, se cayó, se cayó, se cayo, el Totia, se mato, se matooooooel Totia).  Cuando el ciclista cayo,  todos fueron a socorrer el Cochise local representado en Totia,  el pobre Totia,  voló por el aire a unos cuantos metros y fue cayendo como en cámara lenta,  mientras la bicicleta se rompió en  unas cuantas partes, lesionándose fuertemente la cabeza, las piernas, los codos y las rodillas,   y de manera rápida fue auxiliado y  llevado en brazos de los narradores al hospital, los pedazos de bicicleta recogidos por otros más,  muchos de lo espectadores riendo a carcajadas, lo autores  de la idea corriendo a esconderse  y los colchones y vitrinas del almacén el regalo, de doña Merceditas salvados  de otra gran tragedia.

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