Valero - Rojas.
Cuando
muchos niños y adolescentes, estábamos
aprendiendo a montar en bicicleta, lo
debíamos hacer en las calles del pueblo, bien al frente de las bicicleterías
en donde nos alquilaban las mismas o bien en calles que eran
poco transitadas.
En
nuestro pueblo como muchos otros pueblos
del mundo, siempre fuimos adelantados,
es asi que por años tuvimos la Universidad local, (La libre) campos de golf, ( El cementerio) y por
supuesto nuestro propio velódromo, en donde podíamos asistir gratuitamente,
para aprender y practicar el deporte del ciclismo.
Nuestro
velódromo Valero - Rojas, era toda la calle del antiguo club social, que empezaba en la casa de los Valero, esquina superior del club, y terminaba en la esquina inferior
del club, en el almacén el Regalo propiedad de doña Merceditas Sastoque de
Rojas; allí en esa calle tuvimos la
oportunidad de mostrar nuestros más grandes dotes como ciclistas.
El
proceso iniciaba con el alquiler de la bicicleta en cualquiera de las
bicicleterías del pueblo, llegábamos hasta la parte superior del velódromo,
montando nuestro caballito de hierro en ese entonces, y nos dejábamos descolgar sin temor alguno por la loma; la idea
era, parar o disminuir al máximo la
velocidad allí en la esquina del chisme ( café los parasoles) para pasar la calle con destino al parque principal, o para regresar y nuevamente lanzarnos.
Muy
pocos en el pueblo tenían la dicha de
tener su bicicleta propia
por lo que aquellos que no la teníamos,
nos uníamos a los que si tenían, para ver la posibilidad de
que nos permitieran usarla asi fuera una
vez, situación que casi nunca ocurría y es que en asuntos de la bicicleta, suele
ocurrir como en el matrimonio, muchos la
ven, la quieren usar, pensado que por que el dueño no la usa y la tiene en un
lugar de la casa descuidada, no le
interesa para nada, pero resulta que no
es asi, por que cuando llega alguien y
pretende usarla, o por lo menos
mirarla, los sentimientos vuelven
a aflorar y no se deja ni siquiera que se haga un soslayo mirar. Luego para no
estar mendigando lo mejor era ir a la
bicicletería de Oscar, de Tiberio o de Los Castillo y alquilar una bicicleta en
buenas condiciones.
Allí
en el velódromo Valero-Rojas, ocurrieron muchas historias, de las cuales fueron fieles
testigos especialmente doña Merceditas
y familia, pues a su almacén el
regalo llegábamos casi todos los que
hacíamos uso del velódromo, y de manera
intempestiva, subíamos el andén, entrabamos al almacén sin decir buenas y
quedábamos clavados de cabeza con la bicicleta encima, sobre un arrume de colchones
que estaban para la venta, o sobre las
grandes vitrinas de madera y vidrio.
En
el entonces, Álvaro Pachón llamado el cóndor
de los andes , en sus competencias descendía por las montañas del mundo como lo
hacíamos nosotros en nuestro velódromo, luego no había que envidiar nada a nadie, solamente
aguantar la fuerza del viento, la
velocidad y el golpe que recibiríamos a
la llegada y entrada al almacén el
regalo, pues el más afortunado paraba en los colchones y allí no pasaba nada y
el desafortunado a las vitrinas del almacén el
regalo; luego doña Merceditas nos
regañaba y nos sacaba con respeto, pero luego pasaba la cuenta a los
papas sobre los daños causados, suma que debíamos pagar con altos intereses, cobrados, en nuestras
casas con fueteras, y castigos.
Algunos
menos afortunados y me imagino por los
daños causados, dicen que fueron sacados con el palo de la escoba, de eso no
recuerdo pero es posible ya
que éramos un montón los que llegábamos
al almacén a comprar colchones o vidrios, montados en bicicleta de manera frecuente.
Dice
Gonzalo Rojas, que uno de los tantos días, en que se practicada allí en el
velódromo Valero-Rojas, él junto con su amigo
Mauricio Alvarado, sacaron unas cajas de
camisas, del almacén y las dispusieron en plena pista, con unos ladrillos adentro de
las mismas, algo asi como adecuando una
pista de Bici-Cross, para los practicantes. En ese momento, bajó en bicicleta Pedro Totia, mientras dos amigos narraban y trasmitían la prueba, tal
como lo escuchaban en las transmisiones
de radio cuando se corría la vuelta a Colombia
y que eran narradas por Carlos Arturo
Rueda, Alberto Piedrahita Pacheco y otros más. (Aquí
va Cochise Rodríguez descendiendo a toda velocidad, buscando descontar, el
tiempo que le ha sacado Rafael Antonio Niño, de Samacá, Cochise, se para en los
pedales, y ya ha descontado un valioso
tiempo, hacemos el cambio para el tras-móvil numero 2 adelante… mientras
otro compañero continuaba; Aaaaaquí tras-móvil número 2 en la distancia veo a Cochise, descendiendo a
toda velocidad por las montañas…..uhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh Hp, se cayó, se cayó,
se cayo, el Totia, se mato, se matooooooel Totia). Cuando el ciclista cayo, todos fueron a socorrer el Cochise local
representado en Totia, el pobre Totia, voló por el aire a unos cuantos metros y fue
cayendo como en cámara lenta, mientras
la bicicleta se rompió en unas cuantas
partes, lesionándose fuertemente la cabeza, las piernas, los codos y las rodillas,
y
de manera rápida fue auxiliado y llevado
en brazos de los narradores al hospital, los pedazos de bicicleta recogidos
por otros más, muchos de lo espectadores
riendo a carcajadas, lo autores de la
idea corriendo a esconderse y los
colchones y vitrinas del almacén el regalo, de doña Merceditas salvados de otra gran tragedia.
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