La escuela Rafael Uribe Uribe, de Miraflores, fue esa institución
en donde varias generaciones, debimos
adelantar nuestros estudios de educación básica primaria, allí en sus
aulas tuvimos el privilegio de poder compartir el conocimiento sin distingo
social, porque en la época no existía ningún
tipo de colegio o escuela privada en
el pueblo, que nos
separara de acuerdo a la condición social o económica. Siempre he dicho
que la educación pública en nuestro país, no solo es de buena calidad,
sino que quienes hemos tenido la fortuna
de recibirla, adquirimos conceptos más globales de la realidad del país,
y de las condiciones a las
cuales debemos enfrentarnos dentro de nuestro
contexto nacional.
Cuando niños, nuestros
padres, nos matriculaban en la Rafael Uribe Uribe y nos llevaban a unos por la buenas, y a otros
obligados, a la escuela, Rafael Uribe Uribe, para que recibiéramos nuestra primera formación académica,
y se complementara la educación de casa, y
se aprendiera lo que los profesores enseñaran en ese entonces.
Recuerdo como en Febrero de cada año, antes de iniciar a estudiar, nos compraban zapatos nuevos de color negro, unos tenis blancos marca Panam, blancos, los cuadernos rayados, cuadriculados, y ferrocarril, con sus respectivos forros plásticos, lápiz, tajalápiz, regla, la cartilla del momento, y dos lapiceros uno de color rojo y uno azul, y algunos de los más afortunados unas botas de caucho marca patico de color azul, rojo, o negro, mas unos capotes plásticos para cubrirnos de la lluvia en el invierno.
Todos estos útiles excepto las botas y los capotes, iban casi a
diario dentro de nuestra maleta de cuero
color café, que tenia las letras a,b,c, acompañadas de muñecos coloridos e impresos sobre el cuero en la tapa de la maleta en colores azul, y naranja o amarillo, blanco
y rojo, mismos que sobresalían a la distancia.
No todos teníamos la
fortuna o dicha de tener nuestros útiles
completos, y aunque muchos de nuestros padres no tuvieran el dinero suficiente, siempre y cada año hacían
su mayor esfuerzo por darnos lo necesario y suficiente para nuestro estudio. Sin embargo había muchos niños
compañeros nuestros que por más esfuerzo
que pusieran sus padres o madres, no podían
tener lo que muchos otros teníamos o lo que a otros tantos les sobraba. Y uno
de ellos era nuestro compañero de
estudio POLOCHA.
Polocha, Guillermo su nombre, lo recuerdo con nostalgia, al sentir ahora de adulto, como
un niño en tan difícil situación, económica , y
social, debió soportar los rigores de la educación, debido a su rebeldía, y a su comportamiento, sumado a las formas de ver la vida en esa época por parte de los profesores de turno. Nosotros igual
no alcanzábamos a entender muchas cosas, relacionadas con los comportamientos, del ser humano y solo mirábamos con asombro ciertas cosas y justificábamos
la corrección de las diferentes faltas por parte de los profesores como algo
normal, sin importar lo crueles que
fueran los castigos.
Polocha, hermano de
Luis la chapa, padre del Chicha, e hijo de una señora que por años vivió por el lado del cogollo, madre soltera, situación que por sí sola, para la época la ponía en
serias desventajas, que sumadas a su condición
económica , no le permitan dar a su hijo
ni siquiera lo necesario
para poder asistir a la escuela
como todos los demás.
La rebeldía del niño,
se manifestaba a diario con sus
compañeros, y con los profesores de la escuela
, en comportamientos y acciones que eran
corregidas, con castigos muy fuertes,
tales como mantenerlo al frente de
todos, los compañeros de pie, o de rodillas,
con los brazos arriba por largos periodos de tiempo, o darle golpes en las manos o espalda, con una
regla de madera larga y ancha que mantenía
un profesor siempre al alcance, o golpes
con una rama de café seco, que igual alguna de las profesoras de turno y
vigilancia mantenía bajo su brazo
mientras daba vueltas por toda la escuela buscando a quien corregir, siendo uno de los más
grandes castigos, cuando por decirle a un profesor del entonces “No me joda”, fue lo suficiente para
que de rodillas, le obligara a dar
varias vueltas al patio cementado de la escuela, con dos ladrillos, en las
manos y los brazos arriba, castigo que inició, con llanto en los ojos, y viendo
a este profesor, con mirada desafiante,
hasta que a los pocos minutos, de sus rodillas le salió sangre, y fue ahí cuando
se levantó del piso sin cumplir el castigo
y llorando le tiro un ladrillo a
los pies del profesor, gritándole HP. Situación que de manera inmediata le dio
la expulsión de la escuela. Y nunca más
el niño
siguió estudiando por qué no era
aceptado.
Hoy no logro entender
como muchos de los padres podían aceptar
que los profesores, castigaran de manera
tan fuerte a los niños, y más aun no
entiendo como no se lograba entender y
explorar el por qué un niño se
comportaba de una u de otra manera y especialmente aquella de la rebeldía y mal comportamiento social para el entonces.
Guillermo, Polocha,
nuestro compañero de escuela, varios días
de la semana asistía a la escuela con su único
pantalón, de color azul oscuro que le
cambiaba los bolsillos, para dar la impresión
de que tenía varios, siempre con una camisa blanca y sus zapatos en muy regular estado, pero
siempre limpio. No tenia cartilla de
lectura, ni cuadernos nuevos como todos
los demás, el debía usar algunos que sobraban del año anterior o los que la
profesora Isabel Robayo de Jiménez le donaba, cuando iba a comprar los cuadernos
para otro compañero, Alfredo Junco., muchas
veces vi
a Guillermo, borrando, las paginas
ya escritas con lápiz para poder
hacer una siguiente tarea, y algunas
veces, le preste mi lapicero de color rojo y azul para que escribiera, por que
él no tenia. Sus pocos útiles escolares, los
cargaba en una bolsa hecha en tela,
y dentro de ella otra bolsa, llena de bolas de cristal y uno o dos trompos, misma que llevaba a diario a la escuela.
Guillermo, un niño que no tuvo oportunidad como nosotros y al que no se le brindo apoyo y comprensión
alguna por parte de sus profesores, siempre fue estigmatizado como un niño de
la calle, como un niño “Malo” por su
rebeldía, y muchas veces por su
irreverencia, un niño que todo lo que hacía o decía era mal visto, por los profesores
y muchos compañeros, un niño que veía en los demás niños admiración, sin egoísmo, por cualquier
cosa sencilla que se hiciera o se
tuviera.
Algunos pocos del entonces tuvimos la fortuna de tener las
famosas botas de caucho media caña marca patico y los impermeables coloridos, con capota, los
cuales en época de invierno nos servían para protegernos de la inclemente
lluvia y en la escuela poder pasearnos por todo lado
y meternos sin miedo y con mucho orgullo, bajo los grandes chorros
de agua que caían de los techos formando
una gran cascada, eventos que hacíamos bajo la mirada indescifrable de los que no tenían ese privilegio y entre ellos Guillermo Polocha, por lo que él invitaba a gritos a otros compañeros a ver
nuestras proezas. Alguna vez a cambio de
prestarle mi capote, para meterse en el chorro de agua, me dio, 6 bolas de cristal y me ofreció dejarme
sentar allí en el teatro municipal
cerca a los tres mosqueteros, una
propuesta tentadora y que de manera inmediata acepte. Luego de esto, él contaba y describía, con gran admiración y jubilo como
se sentía estar bajo el agua protegido por el capote, y desde ese entonces se hizo
más amigo y por supuesto me defendía de otros más grandes, y siempre me pedía en los
juegos de soldado libertado a pesar que yo era
uno de los mas deficientes soldados del grupo.
En medio de todas estas circunstancias, Guillermo era un
muchacho, muy servicial, y gran amigo de quien era amigo en ese entonces eran tres los amigos inseparables, Nelson Rivera, Milton Gonzalo
Aponte Roa, y Guillermo El Polocha, los
tres como los tres mosqueteros
todos para uno y uno para todos, diariamente
jugaban, bolas o trompo, se
respaldaban en sus juegos, y
peleas. Es asi que todos los Domingos, cuando era la hora del Matiné, Guillermo Polocha llegaba de primero al teatro
municipal, a reservar las sillas que por vía de hecho se asignaron los tres
mosqueteros para acomodarse y ver la película del momento, y nadie
absolutamente nadie podía hacer uso de la misma so pena de recibir madrazos, y coscorrones, hasta que se
abandonara el lugar.
Polocha la pasaba gran parte de su tiempo cuando no estaba en la escuela estudiando y luego de que ya no lo recibieron más, en la calle allí en el parque principal ,
jugando bolas , trompo o meta con
los demás niños que tampoco habían tenido la fortuna de asistir a
la escuela, y los cuales debieron
trabajar en las calles , gritando en los buses, o haciendo aseo a los mismos, cargando
equipaje de los pasajeros, lustrando
zapatos, vendiendo el periódico, cargando los carteles de las películas, o los rollos de las mismas, cada vez que
llegaban en el bus, y haciendo mandados a cambio de unas pocas monedas,
que eran usadas para comprar, bolas, y trompos,
principalmente.
Tiempo después de su
salida de la escuela, debió trabajar como ayudante de bus por varios años, luego
como ayudante de camión y más
luego se fue con su hermano Luis para
Barranquilla a trabajar cargando y
descargando camiones del gremio de los transportadores mirafloreños que son unos cuantos; Polocha, fue un hombre hasta el día de su muerte trabajador honesto y servicial, tal como dan fe
los que lo conocieron y trataron después de la salida de la escuela, a
pesar de las difíciles circunstancias de
su niñez, sin meterse en negocios oscuros,
y sin hacerle mal a nadie, y es por eso que
aseguro una vez más, que la gente
de Miraflores es buena por naturaleza, a pesar de las duras y difíciles circunstancias
vividas, creo que si este niño Guillermo o Polocha, hubiera crecido en otra ciudad, tal vez no hubiera sido la persona de bien que
fue, pues su condición de pobreza, su
marginalidad social, sumado a la incomprensión, al maltrato y estigmatización por parte de los profesores de la escuela y de la
sociedad local y la de muchos compañeros, eran el caldo de
cultivo perfecto, para que un ser humano se fuera por el camino incorrecto, pero esto
no ocurrió por lo menos con este
paisano.
Guillermo Polocha nos deja una lección a todos,
no se hace mal a nadie o se mata
por que las leyes castigan, no se hace simplemente porque el corazón y la razón dicen no hay que hacerlo, y a pesar de que en Miraflores no hubo, ni hay muchas
oportunidades, quien quiere salir
adelante, lo hace sin necesidad de tomar caminos fáciles en la vida,
especialmente los que tienen que ver con el dinero.
Gracias a la colaboración de Álvaro
Moreno Galindo Compañero de la escuela y
trasportador de Miraflores.
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