Los
fleteros, son personas que tienen por
oficio, el transporte de algo,
especialmente mercancías, usando
diferentes medios para ello, tales
como sus propios hombros o espalda,
o con
mulas, o bueyes, y ahora con vehículos diferentes. A los que usaban las mulas o los
bueyes para transportar sus
mercancías, se les llamaba arrieros y su oficio era la arriería.
Fletero,
es una palabra que proviene de flete, que a su vez proviene del francés flet. Misma palabra que en cuba toma un nuevo significado, aplicado de forma
femenina (Fletera), a las damas que prestan servicios sexuales. Y ahora en los últimos años la palabra se aplica a los ladrones que
usan motos y armas para robar a los
incautos cuando retiran cantidades de dinero de las entidades.
El
fletero, un trabajo que lleno de orgullo
a muchos de nuestros antepasados, ya que
fueron ellos los protagonistas más importantes del entonces, en el
desarrollo y crecimiento de nuestros pueblos
en todo Colombia y en nuestro Lengupá también.
Su
trabajo de arriero o fletero, era incansable diariamente, con su
recua de mulas, transitando por los caminos de herradura o caminos reales, muchos empedrados otros
no, llevando valiosas cargas de cemento, ladrillo, víveres, rancho ,
licores, encargos especiales, cartas, encomiendas, razones, buenas y malas,
noticias del acontecer regional y
nacional entre otras más. Luego un fletero no solo era un hombre trabajador,
responsable sino extremadamente honrado al cual se le confiaba, mucho
dinero tanto en efectivo como en mercancías
y del cual siempre respondía.
Los
fleteros debían trabajar todo el año
transportando y abasteciendo los diferentes pueblos con las mercancías
que llegaban desde puntos, o
ciudades, o pueblos más desarrollados, hasta los
menos desarrollados, es asi que los fleteros o arrieros en Miraflores, debieron transportar
diferentes cargas y mercancías en doble vía,
desde un lugar a donde llegaba el tren
en Venta-quemada, hasta Garagoa,
Miraflores y desde allí a Páez, Campo Hermoso y la Ururia. Pero también
desde Somondoco, a Garagoa, Miraflores, Pueblo Viejo o Aquitania.
La
recua de mulas era hasta de veinte mulas, que se manejaban entre tres o cuatro hombres como máximo, los cuales
debían ser experimentados en asuntos de la arriería y manejo de diferentes
cargas, pues no era lo mismo una carga con miel que una carga de víveres o de
madera, y debía combinarse la experiencia, la fuerza, la valentía, la
aventura y la fortaleza para poder realizar este importante trabajo: Ellos transitaban,
por caminos acompañados con su vestimenta típica, pantalón arremangado, camisa manga corta,
cotizas o descalzos, sombrero, ruana, o
poncho, un machete al cinto, y
muchos revolver, también sobresalía el
famoso tapapinche,( un delantal en cuero grueso que servía para proteger el cuerpo y
la ropa al manejar las diferentes cargas), no podía faltar el caucho, o el hule, la lámpara de aceite, que luego fue reemplazada por la linterna de baterías; mas el infaltable carriel, que siempre iba con el espejo,corta uñas, la peinilla de
pelo, dinero, fotografías, documentos,
navaja, cigarrillos, fósforos, encendedor, dados, cartas, y otros aditamentos necesarios para el viaje.
Sus
largas jornadas iniciaban a muy temprana hora de la mañana, ( 2 AM) hasta la un poco después de la penumbra de la noche, 6
PM, no importaba el clima bien fuera
invierno o verano, luego debían sortear
todo tipo de inconvenientes desde que
arrancaban la jornada hasta que se terminaba allí en los paraderos del camino,
tiendas tipo Decamerón que brindaban
alimento caliente, dormida y diversión para ellos, para su carga bodegas y
para sus mulas suficiente agua y
pasto.
El
trabajo de la arriería fue fantasioso, y lleno de agüeros, historias de amor, desamor y de
mitos leyendas y espantos.
Las
mulas generalmente iban en formación en los caminos, siendo la mula más vieja y experimentada la mula guía y
detrás de ella las demás, cerrando con
otra mula experimentada, mientras en el medio iban las mulas más jóvenes, casi todas
tenían su nombre propio y el dueño de la recua y los arrieros, las
conocían a la perfección no solo por su
nombre sino por sus características y su comportamiento fuera y dentro del
camino.
Dicen
algunos arrieros que trabajaban entre Miraflores y Campo Hermoso llevando mercancías
del almacén el camellón hasta estos pueblos, que por el lado del morro llegando a la vereda del
Encenillo en campo hermoso, salían con frecuencia las brujas,
y en el verano de enero, en una noche de luna llena, mientras avanzaban buscando ganar una jornada de
camino, la mula más vieja y experimentada no quiso
andar mas, luego la recua fue
deteniéndose poco a poco y en silencio,
los arrieros sintieron
carcajadas que salían acompañadas de llantos y gritos lastimeros del fondo de
la montaña, lo que les hizo engrosar la
lengua, poner los cabellos de punta y
sentir un frio aterrador por todo el cuerpo, quedando casi paralizados, pues las
brujas tenían ganas de hombre esa noche
y la mejor presa eran los arrieros que pasaban en esa noche por aquel camino.
La
mula llamada Cecilia, mantiene su quietud, las orejas paradas y se rehúsa a
continuar tratando de regresarse y dando coces interminables, el frio penetraba
lo más profundo de los huesos, y el miedo se apodero de todos hombres y animales incluido un perro suto que
los acompañaba en su travesía. Don Jorge, el más experimentado de los fleteros
o arrieros, con gran valor, sacó de su
cintura un cuchillo de acero que
había sido regalado por su esposa
y que estaba bendecido por el cura de turno, cuando este lo usó para
cortar la carne que pusieron en el
ultimo almuerzo brindado al presbítero en su casa el día de la fiesta de
la Virgen del Carmen.
Su
cuchillo acerado, lo puso entre los dientes
apretándolo fuertemente, mientras susurraba un Padre Nuestro y un Ave
María, asi poco a poco fue pasando
el pánico a todos mientras la calma volvía a todos incluida la recua de mulas , y el
perro. Momentos después nuevamente se escucharon nuevos gritos y llantos
lastimeros pero ya no causaron miedo en
los arrieros mas si en las mulas, las
cuales salieron desbocadas, por el camino botando la carga y perdiéndose entre
la montaña, por lo que don Jorge debió sacar su machete, rastrillarlo
contra el piso y gritar, “salga pa`ca bruja hijueputa, pa arrancarle el mechero (cabello
abundante y desordenado) con mi
machete y cortarle esa jeta en mil pedazos”.
El
silencio invadió el camino nuevamente y
a la distancia se escuchaban las mulas correr, mientras los arrieros recogían y arrumaban la carga
desperdigada por el camino, y otro iba en busca de la recua. Fue asi como las
brujas dejaron de desear a los hombres,
y volaron por los arboles que estaban
sobre el camino, orinándose sobre los arrieros
una y otra vez, por lo que don
Jorge mandaba sin ver nada, machetazos al aire
buscando darle a alguna de las
brujas, hasta que sintió un golpe de destrozo, y vio caer a una de las brujas al piso, mientras del machete salían gotas de sangre de un color rojo muy oscuro.
Todos
debieron dormir en el camino esa noche
de luna llena en el enero veraniego,
porque no fue posible encontrar las mulas esa noche para volver a
cargar, luego el cansancio los
venció quedando profundamente dormidos
hasta que aclaro el día.
Cuando despertaron todos despeinados y desconcertados, vieron el machete de Jorge negro, como si hubiera sido quemado con fuego, y escuchaban al perro suto detrás de una mata de monte llorar inconsolable, mientras a la distancia vieron a dos de las mulas más viejas; incorporándose rápidamente, salieron en busca de la recua de mulas y don Jorge se fue a orinar cerca del a mata a donde se sentía llorar el perro, llevándose una gran sorpresa; la bruja estaba allí tirada, tendida boca abajo, ya no tenía alas, no podía volar, y estaba completamente desnuda, con muchos golpes en todo el cuerpo y una gran herida, en una de sus piernas; cuando don Jorge la vio, le gritó “Bruja hijueputa, así la quería ver” y se le orinó encima, mientras la bruja se quejaba, y pedía clemencia.
Es
que a las brujas no les gusta la sal y
como la orina está llena de sal, le hacia un efecto muy fuerte, no solo sobre
su condición de bruja sino también sobre
las heridas que esa noche le causo don Jorge con su machete. Acto seguido, la
bruja se dio vuelta y se le pudo ver la cara, y
era nada más y nada menos que Doña Ernestina, la dueña de uno de los
paraderos del camino, quien no solo era la comadre de don Jorge sino también su amante, y que al no
parar en su posada esa noche, decidió seguirlo con otras brujas más que prestaban sus servicios sexuales a los diferentes arrieros del camino.
Una
vez descubierta la identidad de la bruja,
don Jorge decide echarle agua
bendita que siempre llevaba, y decirle que le perdonaba la vida porque ella
sabia muchos secretos, pero que a cambio, debía ir a donde el padre
“Melastoque”, un cura “regodo”, que
predicaba en la “Fragüa” hoy Páez
y Campo Hermoso , a confesarse, arrepentirse y
convertirse en mujer buena, y si
no lo hacía, él mismo, se encargaría de
quemarla viva tal como era la costumbre de la inquisición.
Hoy
los arrieros y sus historias, han desaparecido y con ellos cientos de las
historias del camino; solo quedan los fleteros modernos, ladrones que con armas, seguimiento y motos,
buscan el dinero fácil de muchos
incautos, para robarlo, tal como ha
ocurrido en estos días en Miraflores, en donde fleteros robaron un botín
grande, y las brujas se cambiaron por policías deteniéndolos afortunadamente.
Esta situación que hoy ocurre, no solo es
por la descomposición social, sino por la avaricia del dinero fácil, y la poca
o nada discreción que se tiene en cada una de las transacciones de dinero, pues con esto de los medios
masivos de comunicación no falta el fachoso que
en la red escriba que va a
retirar del banco unos cuantos millones,
esperando que unos cuantos
fleteros le pongan un “me gusta”.