Y demonios.
Planta de sábila. |
Desde
Ciénaga Valvanera, una vereda ubicada en el municipio de Garagoa, que tomo su nombre en honor a la virgen de la
Valvanera, venerada en la Rioja España,
llegaron a la región del Lengupá 4
hermanos, que practicaban la labor de curanderos, los cuales habían heredado este oficio de sus
ancestros; precisamente porque eran bisnietos de unos curanderos viejos, que habían llegado desde Campo Hermoso, de la
vereda de los Teguas, a vivir allí a la vereda de Ciénaga Valvanera en Garagoa
muchos años atrás. Estos hermanos llegaron al Lengupá, huyendo de la familia de una mujer de 30 años, a la que de manera
irresponsable le practicaron una cesárea, misma que le hicieran sobre una mesa, forrada con un de cuero de oso, que
tenían en una pieza oscura, en donde atendían a los clientes; allí en esa
pieza y en esa mesa, dispusieron a la
joven mujer, que no podía dar a luz de manera natural, y alumbrando con unas
velas de cebo, tomaron una cuchilla
marca Gillette, la desinfectaron con
sal y limón y procedieron a
hacer una incisión profunda en su
abdomen con el objeto de sacar el bebe, pero
al ser una misión imposible, la
joven mujer falleció al igual que su hijo , luego la familia les perdono la
vida, pero les exigió abandonaran la vereda y el pueblo de Garagoa de manera
inmediata.
Los cuatro hermanos, se instalaron
de manera independiente; para
ello escogieron cuatro veredas de los municipios del Lengupá y se los repartieron asi: Miraflores para el Mayor, Maximiliano, Berbéo para José Hermognes, Zetaquira para Eusebio
y Campo Hermoso para la Hermana, Ernestina; una
señora bajita y regordeta, con una
forma muy particular en su hablar, cuando se dirigía al paciente. Allí
en las veredas de estos municipios, se dedicaron los cuatro hermanos, a prestar los servicios como curanderos; profesión que
practicaban usando hierbas, infusiones y brebajes, que ellos mismos preparaban
y que de manera muy hábil la combinaban
con brujería y espiritismo.
Las personas acudían a estos curanderos, por ignorancia, por referencia de otros, y muchas veces por tomarlos del pelo, o como
decimos por “mamarles gallo”, o bien o
por desahucio o desesperanza en los
médicos formados en las facultades de medicina; porque en muchas
ocasiones los galenos no lograban diagnósticar
la enfermedad según decían los pacientes.
Los hermanos yerbateros, se caracterizaban
por ser personas sencillas, de hablar pausado, y con una forma particular de atender los
diferentes pacientes, que hacían largas filas allí en sus casas; los
consultorios eran en una pieza oscura, con
una teja de zinc viejo, que separaba una
cuja de madera y una bacinilla, la cuja o cama, estaba dispuesta de sur
a norte y cerca de ella una mesa de madera desvencijada, con un cuero
de animal de monte, y sobre este, una
calavera humana, acompañada de velas, imágenes y frascos de diferente tamaño y color llenos de
brebajes, en la puerta de entrada, siempre colgaba una planta de sábila que
estaba amarrada con una cabuya y de allí
pendía un manojo de ajos enteros, con el fin de ahuyentar los malos espíritus.
La consulta radicaba básicamente en hacer pasar el paciente, acostarlo sobre la
cuja de madera y sin preguntar ningún
síntoma o hacer una breve historia,
sobre su ropa, le pasaban la calavera, acompañada de una vela de cebo, a
la que iba bien amarrado con una cordón hecho en lana blanca, un manojo de hierbas aromáticas, y sin decir
nada, solamente moviendo la calavera y la vela por todo el cuerpo, desde la cabeza hasta los pies, tres o cinco
veces, como máximo, dependiendo de la edad del
paciente, hasta que en una de estas
se paraba momentáneamente y haciendo presión sobre su cuerpo, dejaba
caer una gota de cebo de la vela y allí en ese punto exacto había entrado el maleficio.
Tan pronto el maleficio estaba
identificado, se procedía a entregar al
paciente un líquido aceitoso, en un frasco
de color verde, el cual debía tomarse de manera inmediata, frente al
yerbatero, de un solo sorbo y muy rápidamente para que surtiera efecto. Después
de esta toma aceitosa, el paciente debía
descansar de 15 a 20 minutos allí en la cuja de madera, abrigado con un trapo rojo, hasta que le dieran ganas
de ir al baño; cuando esto ocurría, el paciente era dirigido al compartimento
en donde estaba la bacinilla y allí debía sentarse a descargar su cuerpo de
manera completa, mientras el yerbatero, le frotaba otros brebajes y
mascullando palabras que no se
entendían le aprisionaba la cabeza; una
vez finalizada la expulsión, el paciente
descansaba, pues el brebaje aceitoso no
era más que aceite de ricino concentrado que usado en gran cantidad sirve como laxante, y que obliga al organismo a evacuar todo de manera
urgente, luego el yerbatero aprovechaba
la confusión, para sacar un sapo
muerto que tenía cerca a la bacinilla o
un manojo de cabello y ponerlo dentro de
lo evacuado, para luego mostrárselo al
paciente y asi demostrar el maleficio
que le habían hecho, bien un compadre, una comadre, una amante, novia o un vecino.
El paciente desconcertado, pálido por la
diarrea, pero satisfecho del
trabajo, reposa en la cuja de madera y
lo arropan nuevamente con un trapo, pero ahora de color blanco, mientras se
recupera no más de media hora, después
de esto, el yerbatero se dirige
diciéndole que debe tomarse una
cantidad de varios de los brebajes por una,
dos, tres semanas, o más, para que el maleficio sea curado
totalmente, a lo que el paciente confirma, mientras el yerbatero, pasa de un frasco grande a uno pequeño, las dosis formuladas, y
diciéndole de manera verbal cuantas copas al día debía tomarse, por que
los hermanos no sabían de letra como
decían, ya que ellos no habían podido asistir a la escuela; luego no sabían ni
leer ni escribir.
Al terminar la consulta se preguntaba
cuanto se debía y el yerbatero decía que
la consulta no valía nada, solo la medicina o brebajes que ellos preparaban en
unas grandes ollas de barro que ponían a hervir diariamente con muchas hierbas y que después de enfriarse las
pasaban por un colador hecho en crin de caballo y las envasaban en los frascos
de colores que colocaban sobre las mesas
desvencijadas.
Tiempo después cambiaron la forma de
analizar la enfermedad o el maleficio; luego para la consulta, se debía llevar
un frasco con orina o corriente como le
solían llamar, esta muestra de orina o
de corriente, la ponían en un frasco de vidrio y con una vela la calentaban
mientras iba observando muy
misteriosamente, hasta dar con la
enfermedad o maleficio, después de esto, el procedimiento era igual que el anterior, cama, aceite de ricino,
bacinilla, sapo o cabello, brebaje y pago de los medicamentos.
En una ocasión, unos muchachos, viendo como a su abuelo le quitaron
la plata durante varios meses, le llevaron a uno de estos yerbateros un frasco
con orina de una cerda recién parida, corriente que fue entregada a nombre de un paciente del llano de 45 años
y muy rico; la orina fue recibida y siguió el procedimiento normal de análisis,
dando como diagnóstico que el señor tenía una enfermedad nerviosa, producto de
un poco harina de huesos de muerto, revueltos con menstruación de mujer, que le había dado un
vecino que le tenía envidia y que quería quedarse con la esposa y toda su riqueza. Cuando los muchachos escucharon el diagnostico, soltaron la risa y le dijeron que era un hablador
y estafador, que había robado al abuelo y que lo iban a demandar ya que “Los miaos que habían llevado eran de un
marrana recién parida que ese día iban a vender” por lo que con eso, podían
demostrar cómo era que estaban robando a la gente; el yerbatero, no tuvo más
remedio que sacarlos corriendo
diciéndoles maldiciones y
asegurando que el demonio se apoderaría
de ellos. Años después a uno de estos jóvenes
le gustaba una de las hijas, pero
no se atrevía a enamorarla porque según
este, decía que si se le acercaba el yerbatero le "secaba los huevos".
La fama de los yerbateros del Lengupá, y su
poder curativo se extendió por el
departamento y los llanos casanareños, allí a sus veredas y a sus casas, llegaba
gente de muchos lugares, en busca de la cura de
su enfermedad, por lo que los
organismos de control debieron tomar
nota de lo ocurrido, y por presión de
los médicos y de la secretaria de salud,
fueron controlados, pero al encontrar
que sus brebajes eran inocuos para la salud de los pacientes, los dejaron que estuvieran allí sin problema alguno; ellos sintiéndose ya con más confianza empezaron a vender
medicamentos convencionales y ahí si se
entraron en líos, pues no había
licencia, luego debieron conseguir una licencia para vender este tipo de
medicamentos. En esa ocasión un
personaje de la región, que llamaban charrasqueado, valiéndose de la necesidad de que
estos tuvieran una licencia de funcionamiento y un título,
les cobro a cada uno en 1978 la suma de
25 millones de pesos, para conseguirles la licencia acompañada de un titulo, en donde
certificara su profesión de médicos, una suma considerable,
que no tenia cualquiera, pero que ellos habían logrado amasar por años de engaño a sus pacientes.
La
suma acordada se pacto en dos pagos, uno al inicio y otro al entregar la
licencia y el titulo, y asi se hizo, el fulano
se fue para Tunja, y mandó hacer
en una tipografía, unos títulos
de una universidad de Francia, que
les otorgaba el titulo de médicos, y por referencia de Jorge Perico Cárdenas, con
algunos personajes de la secretaria de salud, les consiguió la licencia para
vender medicamentos, luego el trabajo
quedo listo y fue entregado en tiempo y forma; asi mismo fue pagado en efectivo,
como se había acordado; los yerbateros
colgaron su diploma y su licencia orgullosos en su casa y por supuesto se subieron
de nota y de estrato, ahora los brebajes valían más y sus esposas ya estaban al
nivel de las esposas de los otros doctores;
situación que siguió aprovechando charrasqueado y les
vendió ahora un curso de inglés de
Inglaterra, para que estuvieran mas a
nivel de las otras damas; el curso tenía
una duración de seis meses en clases 2
veces por semana de 5 a 7 de la noche,
con la condición de que nadie se enterara, porque ese era un favor
personal que le estaba haciendo a la familia y que él no le hacía a nadie más, luego
las clases se pactaron en mucho silencio, y como enseñar inglés de Inglaterra era muy difícil y se requeria de grandes condiciones, el valor por clase fue
de cien mil pesos.
El fulano llegaba las
dos veces por semana y se reunía con las esposas de los yerbateros a enseñarles el idioma, hasta que
aprendieron como se decía cotiza, burro,
y otras tantas palabras populares, que las damas preguntaban, a las
cuales les agregaba la terminación “éis” luego cotiza en ingles
sería “cotizeis” y burro "burreis", hasta
que las alumnas lograron aprender mucho
y se sentían orgullosas de "saber hablar inglaterro" a la perfección; estas alumnas, solo se
dieron cuenta del robo cuando sus hijas ingresaron a estudiar al colegio y de
lo poco que aprendieron allí, lograron saber que a las mamás las habían robado.
Mientras tanto Charraqueasdo, disfrutaba
con sus amigos de más confianza, contándoles como era que se desplumaba a los yerbateros. luego ladrón que roba ladrón tendrá cien años de perdón, o como se dice el vivo vive del bobo y el bobo vive del pueblo.
1 comentario:
Tanto en la medicina tradicional como en la convencional, ha sido común los casos de falsos yerbateros y galenos.
Tu interesante relato Héctor, me llevo a recopilar el testimonio de una persona (del que doy fe de su veracidad), el que coincide en algunos apartes con tu narración, y que la comparto en éste espacio, como antecendente de la histórica importancia de la medicina ancestral en Miraflores y Lengupá; la que y sin ser un secreto para nadie, ha sido estigmatizada y perseguida por la medicina convencional. Para entender su relevancia, basta con referirnos a las agüitas hechas con plantas aromáticas y otras de uso medicinal, que aún consumimos y que básicamente son las mismas que utilizaban los "médicos Yerbateros", como así se les solía denominar y que hoy en nuestras culturas indígenas afortunadamente las continúan utilizando.
Esa persona cuenta haber sido curada hace ya muchos años por dos hermanos (mujer y hombre) yerbateros (que curan con yerbas). Dice: De repente enfermé, todo lo que comía lo vomitaba, el apetito y las fuerzas disminuían; a la altura el pecho me apareció una herida externa, llegando el momento en el que sentía, que la vida se me acababa. Al enterarme de la existencia de una señora yerbatera, a troncas y a mochas me fui hasta la vereda la Valvanera del Municipio de Garagoa, en donde atendía. Esta yerbatera, solía tener una forma muy particular y misteriosa manera de hallar el mal a la persona. En el cuarto de su humilde casa en donde atendía, tenía sobre una mesa un cuero de animal salvaje disecado y sobre éste pintado un esqueleto humano. Luego de invitarme a seguir y sin pregunta alguna, ni menos examinar mi cuerpo, procedió a detectar el problema de salud (maleficio), utilizando una especie de moneda o medalla, la que desplazó desde la cabeza hasta el pecho del esqueleto, en donde la detuvo, porque y según ella, ahí estaba el problema de salud; expresando a la vez la frase: “dicen que no hay culebras, pero que las hay, las hay”. Luego procedió a darme el brebaje envasado en un frasco de vidrio llevado por mí, e indicándome que debía tomar 3 copas diarias y una pasta de mejoral con cada toma; debiendo volver cuando terminara la cantidad recetada. Desde la primera toma empecé a sentir mejoría, pude volver a comer y recuperar la vitalidad. Fui a donde ésta "Médica Yerbatera" como una tres veces y ante la presencia de uno de sus hermanos en la vereda de Arrayán del Municipio de Miraflores (invitado por la misma comunidad a instalarse allí), por la cercanía recurrí a Él, quien con el éxámen hecho a través de la orina y tratamiento dado, terminó de curar mi herida y el resto del mal que me aquejaba.
Gracias a la existencia y oportuna atención de estos hermanos, hoy puedo contar éste difícil hecho de mi vida, pues los galenos a quien visité en ese entonces, no les fue posible curarme con las pastas que me formularon.
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