Carmen Julia.
A los 18 años, Carmen Julia,
ya era madre de 2 hijos, cuando su esposo la dejo para siempre, desde un fatídico domingo cuando al estar presenciando una
pelea en una cantina cerca al ocobo
recibió dos impactos de bala que le causaron la muerte instantáneamente.
Benedicto, mientras caía al suelo lentamente,
apretaba contra su cuerpo una imagen del Sagrado Corazón de Jesús y le
pedía a la virgen protección para su esposa y sus hijos, mientras su vida se perdía entre los
gritos de la muchedumbre, y la mirada
atónita de unos cuantos espectadores.
Carmen Julia a los pocos
meses luego de la muerte de su esposo, salió
de la vereda de Chapasia, hacia la ciudad de Bogotá, por consejos de una amiga, quien le manifestó
que allí podía salir de pobre; sin pensarlo mucho, vendió las doce gallinas que
tenia, los dos marranos, una vaca recién
parida, y con los pocos pesos, tomo sus
pertenencias, las dispuso en un costal de fique
y junto a sus dos hijos salió con rumbo a la gran ciudad, en busca de un nuevo futuro para ella y sus
dos hijos.
El bus de la empresa Márquez y Lengupá, la llevo hasta la capital, y la
dejo en el barrio 7 de agosto, donde empezó a buscar un lugar donde hospedarse,
encontrando después de muchas horas de búsqueda, una habitación, económica en
una residencia de esas que abundan
en las ciudades, a donde se alquilan habitaciones por horas
o por días, para calmar las
necesidades hormonales y deseos
sexuales, de hombres, que acompañados de perfumadas mujeres, entran y salen las
24 horas del día.
Carmen Julia, todos los días se levanto a las 4 de la mañana a hacer el tinto, a preparar el desayuno y a colaborar con todos los
trabajos de la finca, por lo que su reloj biológico al llegar a la capital
seguía funcionado de la misma manera, sin embargo, a partir de su llegada, no había motivo, por lo
menos por ahora para levantarse tan temprano,
y menos cuando los gemidos eróticos y los múltiples ruidos provenientes de las camas y puertas de las habitaciones contiguas, no le habían
permitido conciliar el sueño.
Sus pocos ahorros día a día,
y a paso muy acelerando, se fueron agotando, en los gastos diarios de
alquiler de habitación, y alimentos para ella y sus dos hijos, mientras iba
buscando un trabajo digno que le permitiera sobre vivir en la gran urbe.
A los dos semanas de su
llegada a Bogotá, se pudo emplear como cantinera,
en un bar, devengando solo unos pocos
pesos, que no alcanzaban sino para el pago de la renta y muy poco para la alimentación y demás
gastos de la familia, por lo que tuvo que ayudarse en el día, lavando y planchando ropa, limpiando pisos, y en cuanto oficio saliera, mientras
llegaba la noche para irse a atender allí en el bar del 7 de agosto denominado
“ el último suspiro” un bar de vieja data que estaba contiguo a la puerta del
cementerio del 7 de agosto.
El “último suspiro” era
frecuentado por trabajadores de la plaza de mercado, del cementerio, de los
talleres de mecánica y por un sin número de habitantes de la zona, que noche a
noche se ponían cita allí para libar
licor acompañados de algunas trabajadoras sexuales de la zona. Carmen Julia, una mujer que aún
conservaba los rasgos juveniles, era muy pretendida por todos los
visitantes, del bar y protegida por la
propietaria del lugar, FELISA, una mujer
soltera que había nacido allí en el 7 de agosto y había
heredado de su madre “EL ULTIMO
SUSPIRO”; Felisa a sus 45 años, había perdido
a su única hija cuando la
menor celebraba los quince años, por lo que había quedado sola en su
vida, y a pesar de su trabajo, de sus sufrimientos y su calidad de vida, aun conservaba
una figura que sobresalía fácilmente en
la penumbra del Último Suspiro , su estatura de 1,80 metros, sus largas piernas, sus
lactas y caderas protuberantes, sus ojos
claros color miel, sus cejas depiladas, su labios siempre pintados de color
rojo cereza y su permanente olor a tabú no pasaban desapercibidos por ningún visitante.
Felisa, desde el primer momento en que le dio trabajo a Carmen Julia, la defendió de cuanto hombre pretendía
acercársele de manera inadecuada, y más
si llegaban a decirle algo o a intentar
tocarla, por lo que con frecuencia debió librar múltiples batallas en defensa
de su protegida.
A los pocos días, Felisa le propuso a Carmen Julia que se fuera a
vivir con ella y sus hijos, en un
apartamento que estaba ubicado al fondo
del negocio, y que si le ayudaba con otros quehaceres, ganaría más dinero del
que estaba ganando hasta ahora como cantinera del Último suspiro. Propuesta que
fue fácilmente aceptada por parte de Julia y al día siguiente ya estaba
instalada allí en su nuevo hogar junto a
FELISA y sus dos hijos.
El tiempo paso, y a los pocos meses, Felisa, en uno de sus
acalorados momentos por defender a su
protegida fue agredida de muerte por una
trabajadora sexual que pretendía tener un acercamiento intimo con Carmen
Julia, llego la policía, pero Felisa
ya estaba herida de muerte, en sus
ultimas palabras, Felisa le le dijo a
Carmen Julia, este negocio es suyo cuídelo y cuide a sus hijos y no permita que le pierdan el
respeto mientras exhalaba el último
suspiro que tenía en esta vida.
Carmen Julia, se hizo cargo de los funerales, de Felisa, y del negocio, tal como fue el último deseo
de la propietaria del último
suspiro, meses más tarde, Carmen Julia, no solo fue la propietaria de
este negocio, sino que su visión de empresaria, le permito abrir tres negocios más a los que le sumo un equipo de
trabajadoras que prestaban sus
servicios por dinero allí en cada
negocio, llegando a ser una de las
mujeres más ricas y respetadas del
7 de agosto.
Año tras año visitaba Miraflores,
y entregaba ayudas a las monjas que
estaban a cargo del ancianato, asilo San José, pero cuando el cura del momento se entero del
oficio que Carmen Julia tenía en Bogotá,
prohibió a las monjas del ancianato seguir recibiendo ayuda de tan singular
personaje.
Dentro de su
responsabilidad social, Carmen ayudo a muchas personas que al igual que ella llegaron a la capital
en busca de un mejor futuro, pero que
por lo duro de las grandes urbes, no es tan fácil salir adelante, pero que con la ayuda de Carmen, lo lograban.
Carmen Julia, permaneció por
varios años solterona hasta que conoció
a un político que llevo a uno de sus negocios a un paisano que hacía poco se había enguacado en las minas de
Muzo y que llego allí por invitación del político, enamorándose de Carmen y haciéndose
cargo de sus hijos también, pues
como lo decía Carmen Julia
siempre “quien se hace cargo de la vaca también debe llevar su cría”. Carmen
Julia falleció a los 65 años de edad, y sus dos hijos quienes estudiaron en la
Universidad Javeriana, se hicieron médicos y
luego se fueron del país uno para Europa y el otro para Australia, y jamás regresaron a Colombia, ya que la
sociedad del entonces tanto en Bogotá como en Miraflores, siempre los tuvieron
marginados por ser hijos de la dueña del “último suspiro”. El último suspiro y los
demás negocios fueron heredados por sus
hijos y donados por los mismos a las trabajadoras más antiguas de cada lugar, con el único compromiso de que
siguieran el legado que su madre les había enseñado. Mientras su marido el minero, regreso a
Miraflores, a vivir junto a una nueva
dama con la que procreo tres hijas
mujeres y dos hombres, quienes por descuido de sus padres, empezaron su carrera
delictiva a los pocos años de edad.
Años después, se supo
que una de estas nuevas dueñas, se había
lanzado como concejal de Bogotá, en representación de todas las mujeres que
por un destino trágico deben ingresar al
mundo de la prostitución.
1 comentario:
Carmen Julia…aguerrida mujer mirafloreña, quien a pesar de las dificultades, logra salir adelante, ganarse el aprecio por su buen trabajo y lealtad, dar estudio a sus hijos, multiplicar sus bienes y brindar apoyo a las personas necesitadas.
Historia que deja enseñanzas de vida.
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