Anécdotas, Cuentos, Historias

domingo, 10 de febrero de 2013

Un Candido Mirafloreño


En la capital Bogotá.

Cuando Rosendo  tuvo que viajar solo  desde Miraflores hasta Bogotá;  a sus escasos 14 años;   fue llevado a la terminal de transporte del pueblo, por  uno  de sus familiares, quien le ayudo a  cargar dos cajas de cartón muy pesadas, que su madre le envió a sus hermanos,  que vivían en Bogotá en el barrio  Castilla;  estas cajas, como lo hacían todas las madres del pueblo que tenían a sus hijos en la capital; siempre llevaban las mejores viandas, amasijos, carne,  quesos y alfandoque principalmente.

Rosendo abordo el bus  de la trans bolívar con destino a la ciudad de Bogotá,  llevando solo unos pocos pesos,  no mas  45 pesos, que únicamente  servían  para  pagar el transporte en bus urbano entre la terminal y el barrio Castilla, llego a la capital desorientado, con hambre y con sed y muy cansado a cumplir las ordenes que su madre le había indicado antes de salir de viaje.

La llegada  a la ciudad  debía ser lo menos traumática para el joven pasajero ya que este no conocía la ciudad; por lo que sus hermanos  coordinados por su madre debían  esperarlo en la  agencia de la empresa Trans Bolívar; por esos años  las empresas de buses, tenían sus agencias en el barrio 7 de agosto y en la calle sexta con caracas,  sin embargo la coordinación no fue la más exacta y  Rosendo que debía llegar a la terminal de la calle sexta; a  verse con sus hermanos,    se bajo en la terminal del 7 de agosto.

Allí permaneció todo el día esperando a sus hermanos, quienes nunca llegaron, ya que estaban en la calle sexta, en esa época  los teléfonos celulares no existían y los  teléfonos convencionales  eran escasos por lo que la comunicación era casi imposible,   una vez que  las personas salían de su casa.

En vista de que sus Hermanos no llegaban a la cita, Rosendo emprende  la aventura dentro de la capital y  aborda una buseta con destino a Kenedy ; ya que él se acordaba muy vagamente de la casa de  sus hermanos en el barrio Castilla, mientras iba sentado en la buseta, una señora   joven y elegante, se le recostó sobre su hombro y quedo profundamente dormida, Rosendo al sentir su rosada y caliente piel, su sensual olor a perfume,  y su belleza, permite  que siga allí sobre su hombro,  sin problema alguno mientras él también  se acomodaba muy cerca  a su equipo de lactancia, para rozar la mejilla sobre los abultados senos y percibir de cerca la sensual  y femenina aroma  de dama bogotana.

Varias calles más adelante, la señora se despierta y  ve que no lleva su reloj  de pulsera,  por lo que de manera inmediata empieza a gritar “ me robaron , me robaron”, mientras  veía a  su compañero que sirvió de almohada con ojos inquisidores, y acusadores, el pobre joven al verse seriamente comprometido va saliendo   despacio con sus dos cajas de cartón hacia la puerta trasera de la buseta,  y cuando iba a bajarse, el conductor le cierra la puerta  y varios de los pasajeros lo atrapan y detienen allí mientras llega la policía,  acusándolo  formalmente del  robo del reloj de la señora.

El joven indefenso es llevado a la estación de policía y permanece allí  no solamente negando el hecho, sino tratando de que lo dejaran salir incluso ofreciendo parte del contenido de las cajas de cartón  que llevaba de Miraflores llenas de viandas para sus hermanos.

En esta estación  de policía, estuvo detenido por más de 8 horas, en un interrogatorio, sin alimento, ni agua, y  esperando  que fuera procesado;  mientras eso ocurría, la señora llamo a su esposo para contarle lo  del robo de su reloj,   y que lo bueno de todo era que  ya habían atrapado al caco, y que lo tenían detenido en la estación esperando formalizar  la denuncia.  Allí en la estación de policía, lo requisan por todo lado, y le roban sus pocos pesos, recibiendo un trato inadecuado,  con la intención de que contara en donde estaba el reloj de la señora. Pero el pobre Mirafloreño inocente no sabía más que decir  “yo no tengo nada, yo no me he robado nada”, sin embargo, la policía no le creía.

Después de varias horas, se acerco un policía a la celda, y le dice que ya podía salir, mientras el cándido  pueblerino se pregunta qué había pasado; resulta que la señora dueña del reloj cuando habla con su esposo por teléfono y le cuenta lo ocurrido, el esposo le dice que no puede ser posible  que le hayan robado el reloj  por que el reloj estaba allí en la casa sobre la mesita de noche junto con  unos documentos que debía presentar al banco ese día y que había dejado olvidados en la casa.

Y ese fue el motivo para que la señora muy avergonzada hiciera que dejaran en libertad al inocente Mirafloreño; dirigiéndose al   joven e inocente muchacho, esta, le suplicaba perdón y le ofrecía mil disculpas por   haberle  causado tamaño de inconveniente.

El esposo de la fulana, llego en su carro a recoger a  su esposa y  también ofreció mil y una disculpa al  joven por todo este mal entendido, y como muestra de desagravio, prometió llevarlo a la casa  de sus hermanos para donde iba, allá en  el barrio Castilla.

Camino a casa, la pareja le dice que si antes de llevarlo los podía acompañar a la casa  de ellos a comer, por lo que ya pasado el problema, y con el hambre que llevaba y mucho más que    le habían robado el dinero mientras estaba   detenido, acepto la invitación.

La casa de la pareja una casa grande y amplia, ubicada en el barrio Chicó alto, fue abierta por la empleada, mientras le daban la orden de servir al comedor la cena para todos  más  un plato adicional para el invitado especial.

Allí sentado en el comedor el joven Mirafloreño, se para al baño; mientras va observando con mucho detalle todo  lo que había  en esta casa grande, amplia y  muy bonita, muebles, adornos y demás; cuando sale del baño, observa sobre un mueble de mármol, un reloj antiguo, suizo Cotérbert watch Co. 1790, de un tamaño no muy grande y decide robarlo  como venganza por  todo lo que le hicieron pasar ese día.

El joven  toma el reloj y  como no tenía en donde   esconderlo, se lo  mete dentro de los calzoncillos   en la parte delantera apretando los genitales. Luego el bulto que se le veía era bastante prominente que casi  no lo dejaba caminar, con su reloj bien guardado, se dirige al comedor  a sentarse a comer, un plato de Filet migñon en salsa de champiñones, acompañado de un   provocativo puré de papa y  una copa de vino tinto, alimentos que elegantemente estaban servidos en la mesa del comedor y que los dueños de casa esperaban que llegara el invitado  para dar inicio  a la cena.

El Mirafloreño, caminando como caminan los toreros en el paseíllo, iba muy despacio y cruzando las piernas al caminar, tratando  de que el reloj no se le cayera y le molestara  lo menos posible y  que el bulto no  lo fueran a notar los dueños de casa.
Asi con su caminar taurino, llego hasta el comedor y  cuando ya estaba a punto de sentarse a comer  Riiiiiiiiiiiiiiinnnnnnnggggggg. ¡Sonó la alarma del reloj!,  que llevaba allí guardado  entre los calzoncillos y su cuerpo, mientras la pareja de esposos quedo allí petrificada al escuchar el  riiinnnng del reloj y atónitos de ver el lugar de donde salía  el ruido de la alarma del reloj  que el caco Mirafloreño quería robarse, como venganza por el daño causado ese día cuando llego a Bogotá  con dos cajas de Cartón llenas de viandas Mirafloreñas para sus hermanos.

Afortunadamente  no paso nada mas;   porque cuando  sonó  la alarma del reloj  Rosendo se despertó,  y dando un gran salto de la cama, salió del sueño profundo  en que estaba sumido, despertando con las manos entre los calzoncillos,  y  con un ruido ensordecedor de los golpes que su padre le daba a un caldero de bronce que estaba arreglando, luego ese era el despertador que de  lunes a viernes  le indicaba que debía levantarse, y empezar a alistarse para ir a clase  al colegio Sergio Camargo.




Historia en  homenaje al amigo Rosendo Arenas, mas conocido como Chendo, 

2 comentarios:

María Ligia Ballesteros Barreto dijo...

Muy merecido homenaje a Rosendo, máxime siendo el autor de la Bandera de Miraflores, símbolo adoptado por Acuerdo Municipal No.004 de Marzo 23 de 1988.

Anónimo dijo...

Escribe Elizabeth Skantz desde Estocolmo

Una vez más tenemos una historia que nos mantiene en vilo desde el principio al final. Nos involucramos en el relato y sufrimos con el protagonista.
Como toda buena película que s e precie esto tiene un final feliz. El humor se desliza por el escrito todo el tiempo y eso le da relevancia , uno quiere gozar y reir y rememorar historias de antes, y sobretodo no perder nuestra malicia indígena.
Y cómo no! Muy similar a lo que nos ocurre cuando tenemos una pesadilla y despertamos felices de ver que solo fu e un sueño”.
Excelente narración y el humor es una delicia: “la risa remedio infalible”