En Miraflores.
"Los Parasoles" fot. de Carlos Arturo Rojas Sastoque. |
Recordando
vino a mi memoria la figura clara e imborrable de unas viejas Beatas solteronas;
en esa época "SEÑORITAS" porque según ellas
y muchas personas de la sociedad, las beatas no habían tenido, el placer
del disfrute mundano de la lascivia y el goce carnal del sexo.
Tengo
en mi memoria muy bien ubicadas a varias beatas solteronas las cuales recuerdo
por varias cosas y situaciones; primero por que vestían diariamente con
atuendos de color negro de pie a cabeza,
siempre con faldas largas de color negro, blusa blanca de manga
larga, con encajes, zapatos bajos
como de fieltro, de color negro, medias de lana y un velo de color gris o negro , mismo que se ponían sagradamente tan pronto pisaban el atrio antes de entrar al templo SAN
JOAQUIN DE MIRAFLORES. Lo otro es que
siempre llevaban alguna canasta
con el presente para el sacerdote de turno, y expelían sus atuendos un intenso olor a Naftalina, que hacian llorar y moquear al mas fuerte; así mismo, se
les veía todos los días de lunes a lunes asistir a la misa de las Cinco de la
mañana y a la de las seis de la tarde,
llegando siempre temprano antes de iniciar la celebración a entregar
las viandas al sacerdote y a rezar el rosario.
Muchos
sacerdotes, que no eran precisamente los más célibes, algo así como el famoso
padre Alberto Cutie; mientras estuvieron
prestando sus servicios en la parroquia de Miraflores, abusaron en muchas
ocasiones de las fieles y por supuesto de varias de las beatas de la época.
El secreto de
confesión; debe ser un secreto bien guardado por el sacerdote de
turno, como uno de los mayores tesoros, el cual no puede ni ser revelado, ni
menos aprovechado para obtener
beneficios y satisfacciones personales; pero como suele ocurrir, en muchas de las ocasiones se
infringió, y aprovechándose de situaciones particulares y
privadas, se obtenían beneficios, económicos y
sexuales de muchas de las feligreses.
Una de las tantas beatas solteronas de la época, consiguió un amante,
con quien de manera furtiva mantuvo un romance de largo tiempo; los dos
amantes creían que nadie sabía de sus encuentros pasionales, pero como en todo pueblo chico, TODO EL MUNDO
SABIA y los últimos en saber que todo el
mundo sabía fueron el par de implicados.
El fulano visitaba a la beata solterona todas las noches tarde, después de las once de la noche, allí a
su casa y salía en horas de la madrugada de lunes a viernes, recibiendo a cambio de sus servicios, la pasión
inagotable de la beata, y también un
poco de dinero que usaba para sus necesidades personales incluida la
vagancia.
El enamorado; después de un tiempo, se entero por boca
de la misma beata, de lo ocurrido un Jueves santo mientras se confesaba; historia que muchos años
después contaba con pelos y señales a unos pocos amigos que estaban reunidos en la esquina del chisme en el parque principal,
en el café de los parasoles y quienes empezaron a molestarlo por su
secreto mal guardado cuando precisamente
paso la beata por el frente del café de
los parasoles a comprar unos botones al almacén "la economía" propiedad del
profesor Ciro Zea.
"Almacén la economía". Fot Carlos Arturo Rojas Sastoque. |
Ella, la beata, iba a diario a misa y a confesarse tres
veces a la semana, porque siempre creyó que todo lo que los hombres le decían,
todo lo que ella pensaba, y todo lo que
su hombre le hacía, le decía y le insinuaba, ofendía a Dios, y que por
todos estos pecados, iría sin piedad y de manera directa a parar a lo más recóndito y profundo de las pailas del infierno
Ese día Jueves; contaba el amante, ella
entro sollozando al templo y pidiendo
misericordia; se acerco al altar en medio de un llanto lastimero, y de rodillas clamaba perdón ante Jesucristo
crucificado; en ese momento salió el sacerdote de la casa cural a terminar de organizar los atuendos y demás para la ceremonia y cuando la
vio hincada allí frente al altar mayor, le
dijo en voz alta y serena, AVE MARIA PURISIMAAAA. Inmediatamente le fue respondido por la beata SIN
PECADO CONCEBIDO MARIA SANTISIMAAA. quien moviéndose lentamente de rodillas,
con el rostro tapado por el velo y sollozando llego a los pies del sacerdote, implorando su perdón por lo que ese
día Miércoles en la tarde le había ocurrido mientras iba para su casa
después de misa de 12; cuando ella
pasaba por frente del Rubí, por la calle que conduce de la casa de la Familia Quintero Mejía hacia el ocobo.
Casa del Taller de Don José. fotograifa de H. Roldan. |
Padree , por favor, exclamaba
angustiada, mientras avanzaba de rodillas, padre he caído en el más bajo y profundo abismo del infierno ayúdeme por
favor.
El sacerdote muy tranquilo, la calma y la lleva al
confesionario, para que allí proceda a contar tan
trágico suceso.
Ya instalados uno en el confesionario y la beata de
rodillas fuera de este, empieza el relato Padreeeee, debo salir de este abismo infernal, ayúdame soy pecadora, Satanás quiere llevar mi
corazón y mi cabeza por la voluptuosidad y la lascivia, me he dejado llevar por la tentación de Satanás, me he entregado a los deseos insaciables del demonio, Satanás me ha
tentado, ayúdame por favor a sentiiiiir y a encontrar la salvación.
Tranquila hija cuéntemelo todo sin pudor. Que el SEÑOR sabrá escuchar y perdonar.
Es que ayer miércoles, cuando salí de misa de doce, me fui para mi
casa y en el camino, tuve una debilidad
que fue incitada por el demonio hecho persona, yo lo fui a ver, por qué era
irresistible , me dieron ganas de tenerlo para mi, para mi gozo, y para
mi regocijo, entonces me presente ante
ese hombre, yo le vi esa mirada lujuriosa, allá en su trabajo en la esquina
del rubí; yo entre despacio a su zapatería, mientras él
me miraba sentado desde su banco de madera sosteniendo un yunque en su mano izquierda y un martillo en la mano derecha, Don José de manera muy suave pero insidiosa, tan pronto me vio entrar me dijo …… yo sé a qué viene señorita…. y se lo voy a dar…., pase mas para dentro…., acá a donde no la vean..
Pasar a donde? Le pregunto el sacerdote..
A una pieza pequeña, oscura, incomoda, horrible y maloliente, allí habían otras dos mujeres, la
señorita Omaira y la señora Lucrecia, el hombre también las tenia allí en ese
lugar, allí estaban las dos bien
metidas y creo, es mas, estoy segura que las dos también querían lo mismo
que yo.
Creo padre que también fueron tentadas por el demonio, por la lascivia, por
ese deseo carnal irresistible que el demonio pone en nuestro camino. Yo me
quería salir inmediatamente de allí; pero el demonio me lo impidió, no dejo que
mi pensamiento cambiara; yo se que hice mal pero cuando menos me di cuenta, Don
José se presento con él en la mano.
Yo lo vi primero, olia mal, y me pareció muy
chiquito, pero debió ser por lo oscuro, entonces don José me dijo; quíteselas, porque si no no
le va a poder entrar.
Y usted se quito eso?
Si señor, yo me quite esa prenda que solo usamos las
mujeres, padre, y fue muy humillante en principio pero después me pareció agradable y delicioso y sentí un gran descanso por que me quedaban muy apretadas.
Entonces me quite esa prenda, porque si no, no
me iba a entrar, como decía don José, luego don José, se puso de rodillas y mientras me lo acomodaba, me preguntaba una y otra
vez, con esa voz misteriosa, y sugestiva ¿ya le entro bien?
Pero yo no podía decir nada, no podía hablar del dolor, entonces me volvía a
preguntar ¿esta duro? Lo siente duro? Si es así, entonces apriete fuerte para
que se le acomode mejor y no se le salga, a
ver? muévase un poco, si , asi… si... un poquito más,
asiii ahiii, está muy bien; es que con el
uso, ya va a aflojar
bien y ya no le va a parecer tan duro, ni tan molesto.
El sacerdote, en medio de la confesión también sintió los deseos carnales
frente a la beata y de manera cariñosa y
con un leve jadeo, le pedía que continuara. pensando también en obtener sus beneficios personales.
De allí de esa pieza, salí rápidamente por qué no aguante el dolor, salí
muy maltratada, y me hizo sentar en la butaca de madera al frente de él, mientras me decía de manera muy
parsimoniosa, sus naranjas
son las más jugosas que me he comido, y esa papaya sí que es grande , buena, rica
y deliciosa, cuando puedo volver a tenerla por acá nuevamente.
Padre yo no quiero regresar, allí, porque para ponerme los zapatos
nuevos, que lleve a donde don José para que me les agrandara la horma en su yunque, me debí quitar las medias
y me dio mucha vergüenza, porque cuando don José se agacho a ponérmelos, mientras lo hacia, yo lo vi con ojos de deseo, y eso es lo que me tiene al borde de caer en el profundo infierno, además a don José le gustaron muchos las naranjas y la papaya que
le regale el día que le lleve los
zapatos para que no me cobrara mucho y así fue ese día no me cobro, pero me dijo que cuando volviera no
olvidara llevarle más frutas, pero es que a mi no me gusta cargar, únicamente cargo las fruticas que yo le traigo a usted padrecito pero a nadie mas.
Don José Guillermo Cruz, un
señor muy conocido, respetuoso,
honorable y trabajador tenía su taller de reparación de zapatos en la esquina del rubí, el se sentaba en su
butaca de madera y cuero, mientras
sostenía en su boca un montón de tachuelas, y con sus manos laboriosas iba
remontando, cosiendo, pegando y arreglando los zapatos viejos y nuevos que
todos llevábamos a su taller para
arreglar. Don José Guillermo, en su yunque, colocaba los zapatos nuevos
para darles nueva horma, él siempre respeto a sus clientes y esto que la beata confesaba, no era mas que el pensamiento de lascivia que llevaba dentro, luego don Guillermo mientras arreglaba los zapatos le gustaba era comentar los resultados de la cacería de armadillos que había hecho junto con el
Pinto, y otros cazadores locales, con la la ayuda de sus perros bravos en la Mocasía.