DE
MIRAFLORES.
Un alcalde es esa persona que en un
municipio o ciudad es la encargada de ejercer el poder ejecutivo, dentro de la localidad; es el delegado para
administrar, los bienes públicos de toda la comunidad y es la máxima autoridad local.
Hace unos años el alcalde, era delegado, por vínculos políticos u otros intereses particulares, por parte del
gobernador de turno; y desde hace unos, no muchos años, ha sido una persona que
el pueblo elige mediante voto, por elección
popular, y por una mayoría de votos, para que administre los destinos del municipio y sus
gentes.
En Miraflores a lo
largo de su historia, ha habido muchos
alcaldes, mismos que no han pasado
desapercibidos, unos por buenos administradores, otros por su valentía, otros por sus desaciertos, y otros
por sus alcaldadas.
Uno de los personajes, que contribuyó
a la historia mirafloreña, y que dejo
muchos recuerdos tal vez buenos o
malos, dentro de la población, que pudo o tuvo la oportunidad de conocerlo, fue
don Desiderio Medina, un hombre al que no pude
conocer, por ser muy niño, por lo que no tengo en mi memoria el menor de sus rasgos físicos,
sin embargo lo puedo recordar porque era
muy nombrado por muchos en mi familia,
por varios amigos y en general por todos los habitantes de ese entonces en el pueblo; muchos
de los que lo conocieron, contaban algo de él, y aun perduran las
historias y recuerdos de este alcalde, en la mente de los paisanos, a quienes he
acudido en su ayuda para poder escribir este texto. Es asi que en las redes
sociales, algún día de estos empezaron a
aparecer micro historias completas de este y otros personajes, por parte de varios amigos del FB, por lo que me tome el tiempo de leerlas
detenidamente y de ellas poder abstraer,
algo para poder escribir esto.
En lo personal siempre me llamó la
atención don Desiderio Medina, porque desde niño supe de él , y de adolescente también, pero fue mayor mi
sorpresa, cuando en esta etapa de la vida, ya entrando al 5 piso ( 50
años), aun no he dejado de
escuchar historias y cuentos, los cuales
oigo siempre con mucha atención. Don
Desiderio, según Fabio Moreno, un abogado
Mirafloreño, que hace años vive fuera de Colombia, pude
conocer una de las mejores
descripciones físicas de este personaje, que junto con otras descripciones como la de
Mario Ávila, Elizabeth Moreno, Julio
Roberto Pinzón, Manuel José Romero Niño, y otros amigos de Miraflores, he
tratado de complementar, don Desiderio, era un hombre muy honorable, honrado, negociante, talabartero, serio,
adusto, autoritario, delgado, alto, que había que ver de abajo hacia arriba, de
espalda recta, de caminar pesado, y
cuando salía por el pueblo, al caminar
inclinaba hacia adelante su cuerpo, sacando la cola, su vestido
siempre fue impecable, trajes negros, u
oscuros, camisa blanca, y corbata negra desteñida
y delgada, pantalones oscuros, abombados, de bota angosta y con un pequeño doblez exterior, que
posaba sobre sus grandes y gruesos
zapatos, de cuero, color negro, lisos o
con agujeros en la parte superior delantera, mismos que eran fabricados en
Tunja o en Miraflores por Don Gregorio
Ballesteros, quien tenía las mejores hormas para la fabricación de calzado; a diario, compraba el periódico de la época, y algunas publicaciones que
vendían en la librería de don Melitón Barreto.
El periódico siempre lo llevaba enrollado, en forma de atado, mismo
que cargaba en el bolsillo derecho de su saco de paño; siempre uso un
sombrero de fieltro, color negro, el cual tenía
una cinta negra brillante, a su alrededor, y un par de pequeños botones
negros forrados, que iban sobre la cinta
brillante al lado izquierdo del sombrero, los sombreros los adquiría en Tunja,
o en la sombrerería San Blas propiedad
de don Joaquín Fonseca y doña Luz de
Fonseca, el sombrero era usado a diario,
mismo que cambiaba de cuando en vez, al
igual que su vestimenta, especialmente cuando llegaba al pueblo Perico, (Perico, no es el perico que ustedes se imaginan, este
Perico, fue un politiquero que por años se lucro de los votos de la
mayoría de nuestros inocentes paisanos). o algún otro
personaje de la política departamental o
nacional.
Su elegante sombrero negro, posaba siempre
sobre la cabeza de don Desiderio y solo
era despojado, en el despacho municipal,
en las noches para dormir y cada
vez que saludaba a una dama, a quienes siempre saludó con mucha
afabilidad, lo que permitía dejar ver la
singular calva. Él, era un hombre de
ojos verde claro, que se opacaban por una telaraña blancuzca,
producto de sus cataratas, su piel de color blanco, con manchas de mal de hígado, según la creencia
popular, fueron avanzando a medida que
avanzaba su edad, siempre mantuvo su bigote
muy bien arreglado, mostacho que era
mantenido y arreglado por lo
menos una vez por semana en la barbería
de don Jorge Sastoque, un sastre,
peluquero y barbero fino de la época quien además
era un apasionado y leal liberal; el
mostacho del señor alcalde era delgado, y muy similar al que estaba de moda por los
artistas de Hollywood de esa época.
Uno de los grandes desaciertos de la
época, fue aquel, que por orden expresa, de don Desiderio, en aras de buscar el
progreso para la municipalidad fue el
cambio de los empedrados de las calles por
el cemento, acción que le valió el descontento de pocos, y el apoyo de muchos,
pero que al día de hoy seguiremos
lamentando por haber perdido tan grande patrimonio.
Dentro de sus mayores, obsesiones era tener el
pueblo lo mejor arreglado, las calles bien pavimentadas, y un parque principal digno de admirar, fue asi
que hizo construir una piscina en el parque central, la cual fue cercada con
malla, y adentro dispusieron casitas para patos llamados comúnmente “patos Güililí”, patos que cuando los niños llegaban allí les asustaban
con piedras para verlos cruzar por debajo del agua de lado a lado, pues era una de las
diversiones de la época, diversión que duraba hasta que llegaba el
jardinero o cuidador del parque y los retiraba de allí. En la parte externa, de esta
malla que rodeaba la piscina de los patos, dispuso materas
con tierra abonada y ordenó sembrar plantas de rosa, que mandó a comprar en
Bogotá.
Al poco tiempo de ser plantadas las rosas, estas empezaron a desaparecerse,
por lo que a diario don Desiderio,
recibía el informe de la pérdida de las plantas, pero la policía como en muchos otros casos
jamás se dio cuenta de tal hecho, o simplemente no decían
quien se llevaba las plantas del parque, por lo que una noche, el
alcalde, entró a su despacho y desde ese punto, observo durante horas y horas a
ver quién era el que se estaba robando
las plantas, que había ordenado sembrar para
adornar el parque principal, como
a eso de las once de la noche, llegaron unas señoras como decía
él de alta alcurnia y de manera
muy disimulada arrancaban las plantas de rosa, y ya cuando
disponían a marcharse, apareció el alcalde Medina encontrándolas
literalmente con la mano en la masa;
ante este inesperado encuentro, quedaron las elegantes y encopetadas damas, atónitas y trataron de disculpase; pero el señor alcalde, solo les manifestó que al
siguiente día las esperaba en la alcaldía, una orden perentoria que no se podía incumplir. Al día siguiente,
cuando las señoras llegaron, a muy temprana hora, fueron recibidas con un
efusivo saludo, y les ordenó que debían pagar por ese hecho
ocurrido la noche anterior el
equivalente a 20 bultos de cemento, al escuchar la magnitud de la multa,
las encopetadas señoras, quisieron
protestar, pero el señor alcalde, replicó, que
debían escoger entre la multa o
una denuncia pública por los altoparlantes de la alcaldía, situación
que fue sorteada entregando
directamente y sin plazo los 20 bultos
de cemento que compraron en el almacén
de don Florentino Arias allí en la esquina superior de la plaza de mercado. Cemento
que junto con otro más que casi a diario
recolectaba por multas impuestas a los borrachos, a los que hacían disparos y a
todo aquel que infringiera de manera leve la ley, sirvió para que en la administración de este alcalde se pavimentaran casi
todas las calles del pueblo.
Además de su preocupación por el cuidado del Parque,
otra de sus grandes obras fue la
construcción del tercer piso de la sede
de gobierno municipal, lo que le costó una
investigación por parte de la Contraloría General de Boyacá, que en ese momento
estaba bajo la dirección de otro de nuestros paisanos el Dr. Gustavo Humberto
Rodríguez. La investigación adelantada por la contraloría
departamental, fue por desviación de recursos, recursos que estaban destinados para realizar obras en
la plaza de mercado, pero que al señor
alcalde, le pareció mejor invertirlos en la adecuación del palacio municipal
y asi lo
ordenó, sin escuchar consejo
alguno. Esta determinación, le valió
estar detenido en “El Barne” durante
31 días y de donde salió después de cumplir la sanción nuevamente a su
despacho municipal, a continuar con su
administración, pero ya en oficinas
nuevas y sin culpa alguna.
Don Desiderio fue uno de los
personajes que en varias oportunidades
fue designado alcalde del pueblo, por lo que sus anécdotas son innumerables, es
asi que el amigo Gonzalo Rojas Sastoque, y la amiga Myriam Gonzales, también
contribuyeron a complementar este
escrito. Dice Gonzalo, que en una oportunidad cuando él era jugador de
futbol, y practicaba en la calle que va
desde el almacén “El regalo” o de la esquina del chisme (café los parasoles), hasta
la esquina superior, diagonal al lote que al día de hoy la Arquidiócesis de Garagoa se quiere apropiar, es decir hasta la casona
conocida durante años, como la casa de Don Torcuato Morales, quien tenía como
profesión “tinterillo”; el balón con que en ese momento jugaban los niños del entonces, fue a dar a la puerta de la
casa del gerente del banco, exactamente en
la casa que queda al frente de lo que fue el Club Social Miraflores, el gerente, muy
enojado, salió con cuchillo en mano y destruyó el balón que con esfuerzo había
conseguido nuestro jugador, por lo que
con balón en mano, lagrimas en los ojos, y
tristeza por tan irreparable pérdida, se dirigió a la alcaldía y le comentó a
don Desiderio tan trágico suceso,
a lo que el señor alcalde debió poner
orden, enviando dos policías a llevar al gerente a su presencia, lo que le costo al gerente un llamado de atención fuerte por
parte de la primera autoridad, y el dinero suficiente que resarció los daños
ocasionados; sin embargo en horas de la noche, a nuestro jugador de futbol, le costó una soberana “tunda” ( fuetera ) por parte de Doña Merceditas.
Una "anécdota" menos
afortunada del Sr. Alcalde, don Desiderio Medina, fue la encarcelada que ordenó
a la abuela de Myriam González, Doña Estrella Salinas, quien en ese momento del
episodio, estaba en estado de gravidez y
en precarias condiciones de salud física y mental, ella fue arrestada,
golpeada y encarcelada por la policía del entonces, por tener un conflicto
familiar. Las hijas en ese entonces menores de edad, fueron a suplicarle al
señor alcalde, que les permitiera ver a
su madre, que estaba detenida, pero el
mismo no se conmovió, solo hasta que la tía Helena Bonilla, más conocida como la
señorita Helena, quien fue maestra, de rodillas suplico su autorización. Dice
Myriam, que la abuela estuvo encarcelada
durante tres días y de allí salió directo al hospital, donde debió estar
custodiada por la policía , y en un descuido de la guardia se escapo del hospital y se refugió en
una casa de la familia.
Según
Julio Roberto Pinzón, en los archivos de Miraflores existen diferentes documentos, que
dan fe del mando que tenia don Desiderio como Alcalde, y uno de los tantos, es un mensaje escrito que envía el despacho
municipal, firmado por él, y dirigido al médico legista de la época en donde le
manifiesta lo siguiente: “Remito a Ud. a la señorita........, quien fue
encontrada la noche anterior, encerrada
a solas con el sujeto “Melucho Fonseca”. Sírvase practicarle los exámenes de
rigor y determinar si la niña fue desflorada”.
Don Desiderio Medina en su juventud
fue uno de los mejores "Talabarteros" de Miraflores, quien junto a otros como Anselmo López, Pablo López, Joaquín Martínez y
Guillermo Martín (Fosforito o Jósoro), Manuel Figueredo, entre otros, formaban uno de
los principales gremios de la industria local, que proveían a toda la región del Lengupá y los llanos casanareños, de aperos para caballos de silla y arriería,
sogas, cinturones, carteras, cintos para armas de fuego, cubiertas para
peinillas y cuchillos y muchos otros artículos como los "zamarros",
las alforjas y las botas de montar a caballo.
Siendo don Desiderio aun talabartero,
en su época juvenil también fue peleador y mujeriego, en una oportunidad, sostuvo
una riña con un colega del oficio en Miraflores, don Anselmo López, quien con
un cuchillo de su trabajo, propinó una
profunda y grave herida abdominal a don
Desiderio, y también se declaro enemigo permanente
de don Enrique Torres, por asuntos que a la fecha no se conocen. En una de sus tantas faenas de amor y por celos, recibió por parte de la novia un
regalo muy especial, pues a don
Desiderio, le gustaba la muchacha que
atendía la tienda en el Rubí, y se había
enamorado perdidamente de la cajera como le decían, y quien era apodada “la Puntilla”, ella, la
“Puntilla”, un día martes en la noche, se encerró a tomar con un amante que
tenía y que llegaba a visitarla y a
cobrar el arriendo semanalmente desde
Boyacá Boyacá, luego enfurecido por los celos, en horas de la noche, y
empoderado como primera autoridad,
después de ser avisado que la fulana estaba encerrada allí en la tienda
“El Rubí” con el amante, se armo de
valor y fue directamente a golpear en la
tienda y
a ejercer la autoridad mediante sanción y multa, luego de insistir, la puerta del rubí se
abrió intempestivamente, y recibió el regalo que los amantes habían
guardado durante horas en una bacinilla
vieja, debidamente cargada con agua, que después de pasar por todo el sistema urinario sale del cuerpo a
temperatura corporal y generalmente con un color amarillo ámbar y un fuerte
olor a amoniaco, misma que vaciaron en la
cabeza y cara, en cantidad suficiente
que mojo por completo, el sombrero,
calva, saco, camisa, corbata, pantalón y
zapatos, sumado a una nueva y repugnante fragancia amoniacal,
que espantaba hasta las moscas.
Don Desiderio Medina, un alcalde que
en medio de sus aciertos o desaciertos, fue
apreciado y respetado por la
mayoría de la población, un alcalde que en medio de su autoritarismo,
fue respetuoso, un alcalde de pensamiento
y acciones progresistas en ese
entonces, un alcalde que era como un sheriff, del oeste gringo, como esos que salían en las películas, por que salía por el pueblo bien de día o de noche,
llegaba adonde hubiera algún escándalo o riña, sacaba su 38 largo Smith & Wesson, y conducía
personalmente al infractor hasta los calabozos municipales, quien al día siguiente para poder salir
de la cárcel debía cumplir con la multa en cemento, para las obras del municipio.
Agradecimiento
especial por sus aportes a :
Julio
Roberto Pinzón, Fabio Moreno, Elizabeth Moreno, Manuel José Romero Niño, Myriam
González y Mario Ávila.
1 comentario:
¡Qué bien Héctor, por seguirnos deleitando con tus amenos escritos! Me cuenta mi padre Melquisedec Ballesteros Espinosa, que, en su época de soltero, algún día iba del pueblo hacia la casa en el campo, en compañía de su padre, es decir, de mi abuelo Carlos Ballesteros Guzmán. Sucedió que, en el sitio “La Mocasía”, fue abordado por un Señor de nombre Marco Moreno y dos personas más (un hermano y un amigo del susodicho), y por líos de linderos con la finca de mi abuelo, fue agredido brutalmente, causándole una chaguala en la cabeza, lo que, le llevó a tener que devolverse, para ser atendido en el hospital de Miraflores. Como era lo debido, mi padre procedió a colocar la respectiva denuncia ante el Señor Alcalde DESIDERIO MEDINA; quien, por extrañas circunstancias no actúo debidamente, por lo que, la denuncia no prosperó, a pesar de haber sido interpuesta con abogado; terminando extraviada, al parecer, por un teje maneje entre el alcalde y los agresores, quienes finalmente, no recibieron el debido castigo. Eso sí, mi padre estuvo a punto de ser sancionado, por porte de arma (revolver), el que, cargaba al cinto para defensa de Él y del abuelo, y que, por supuesto utilizó para ahuyentar a los baladrones, o de lo contrario la paliza hubiera sido de mayores proporciones. En conclusión, la denuncia desapareció, a los malhechores no se les penalizó y, a mi padre no le fue impuesta la sanción, por el hecho, de haber usado el arma en defensa propia y no haber causado daño a la integridad personal de los ofensores.
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