Anécdotas, Cuentos, Historias

domingo, 10 de agosto de 2014

La guerra de Vietnam

y  sus efectos en Miraflores.


Como  el legendario Macondo,  Miraflores tiene muchas extrañas, reales y fantasiosas  historias; historias que con el pasar del los años, se han ido perdiendo, porque  no les hemos dado la importancia dentro del  múltiple acervo cultural que identifica  a nuestro pueblo, y a una región. Hoy con gran tristeza y preocupación vemos como día a día, las historias que se transmitían de forma oral de generación en generación, están desapareciendo lentamente, tal como va como va desapareciendo  de  nuestro territorio y del mundo entero  los bosques y las aguas. 

La historia, no puede ser más benévola con  nuestro Miraflores, y sus gentes, al darnos ese privilegio de tener cientos de historias y  aun personas que  permiten que las nuevas generaciones conozcan algo de su pasado; fue asi, como  encontré esta historia, contada por don Julio Leguizamón Romero,  en Philadelphia, Pensilvania, a su hijo en el año 1983, a unos pocos días de su muerte, cuando este solo tenía 11 años y que el mismo,  me comentara de manera muy  sucinta , vía virtual sobre este relato. Relato,  en el que   un hombre de Miraflores, fue  a la guerra Vietnam, asi como  las historias  de miedo que abrumaron a niños, padres de familia, y profesores de algunas veredas de Miraflores, como consecuencia de esta famosa  y cruel guerra de Vietnam; aquella que ocurriera  entre los años 1958 y 1975,   en donde se enfrentaron, por una parte  la República Democrática de Vietnam, apoyada  por movimientos guerrilleros norvietnamitas, como el VIET CONG, el frente de liberación nacional (NLF),  asi como de los soviéticos y  los chinos;  y por la otra parte,  la República de Vietnam, apoyados logística y militarmente por los Estados Unidos   y otros países aliados quienes se involucraron directa e indirectamente, fue asi como participó Australia, Corea del sur, Filipinas, Alemania, Reino unido, Irán , Marruecos, Suiza,  entre otros más. Una guerra cruel y despiadada, que dejo  desolación y muerte,  y que  terminó con una derrota militar para los Estados Unidos, y  graves secuelas, Psicologías   para miles de excombatientes.

Don Julio Leguizamón Romero,   un Hombre que había nacido en el municipio  de Miraflores,   vereda Buenos Aires. en el año  1952, había  salido desde  muy niño  con su madre, para la capital  Bogotá, Don julio, hijo único, tuvo la fortuna  en ese entonces, de salir del país junto con su madre, quien  por intermedio de una amiga, le había conseguido el trabajo  “ baby-sitter” o Niñera   de la familia Castellón, unos emigrantes de  España  que  Vivian en Philadelphia, estado de Pensilvania, al Nor Este de los Estados Unidos, familia que tenia 4 hijos y  que gozaban  la posibilidad de pagar por los servicios de la “baby-sitter”, misma que encontraron en Colombia.

Fue asi como  madre e hijo Mirafloreños llegan a Philadelphia en el año 1956. Mientras  la madre laboraba como Niñera, su hijo iba creciendo, hasta que en el año 1973, a sus  21 años, y   siendo padre de dos hijos,  Mariana nacida en 1970 y Julio Jr. nacido en 1972, producto de una relación con una Mexicana, Julio, en procura de un mejor futuro para su familia, decide enrolarse en el ejercito de los Estados Unidos de Norte América,  mismo  que  aun libraba la cruel guerra en Vietnam; por lo que una vez recibido el entrenamiento de no más de 4 meses, es enviado a Vietnam, específicamente a Saigón, con la fortuna que  fue asignado a una de las bases militares de la ciudad,  para desempeñar labores internas; sin embargo a  raíz del ataque por  parte del Frente Nacional de Liberación ( NLF), el 29 de Abril  del año 1975 sale herido,  y debe ser evacuado de la base militar hasta un aeropuerto cercano, junto con otros combatientes entre soldados y oficiales, en  un helicóptero  tipo Black Hawk, para abordar un avión que lo llevaría nuevamente hacia los Estados Unidos, en donde es  internado en un hospital para recuperarse de sus  graves heridas de guerra.

En 1983, Julio padre el excombatiente de Vietnam, les cuenta sus hijos Mariana de 13 y Julio Jr. de 11, parte de las historias de aquella guerra, y entre las varias historias, aquella del miedo que  horrorizo a niños, padres y profesores en Miraflores, misma que supo por  comentarios de un familiar lejano que aun vivía allí en nuestro pueblo natal Miraflores.

Aquella  historia   vivida en Miraflores por niños, padres y profesores de algunas veredas, y que tenía un vinculo directo con la guerra de Vietnam, fue la que surgió entre el año 1973 y 1974,  allí por la vereda de Miraflores, y  de Chapasia, en donde  se comentaba que  habían sido vistas,  varias parejas de personas desconocidas y raras, las cuales eran de contextura baja, de piel muy amarilla como “anemiados” (Pálidos, desnutridos) , de ojos rasgados, cabello liso, que usaban un sombrero grande  de ala ancha,  y  que acechaban  los diferentes caminos cercanos a las escuelas , para robarse a los niños, y extraerles la sangre.

Según los padres de familia, estas personas  jamás habían sido vistas en la región y menos en la vereda;  eran fácilmente reconocidos  por su aspecto físico, por su forma de vestir, por que hablaban en un lenguaje raro y se escondían rápidamente cuando alguien se acercaba, desapareciendo de manera muy ágil  y rápida entre la maleza y los cafetales; situación que puso en alerta a padres, profesores  y alumnos, los cuales  debieron tomar precauciones, inmediatas,  para evitar que aquellos raros personajes se robaran los niños para extraerles la sangre. Para  tal fin, se organizaron  de manera que  un grupo  de padres, armados de machete, cuchillo y revolver,  hacían turnos  diarios para acompañar a los niños  desde las casas hasta la escuela y desde la escuela  a la casa,  a fin de  de que NO se desapareciera ningún niño, pues había conocimiento de que en otros municipios como Rondón, Labranza Grande,  Firavitoba,   y Jenesano, ya  se habían llevado a más de 5 niños, los cuales después aparecían dormidos en el   camino, muy pálidos y con señales en los brazos  de haber sido “Chuzados” Pinchados con una aguja para sacarles la sangre.

Esta situación fue informada al alcalde de la época,  mismo que sostuvo reuniones, con  padres y profesores, para que cualquier eventualidad ocurrida fuera informada de inmediato, situación  que fue creciendo rápidamente, como crecen todos los chismes en un pueblo; fue tal el chisme y los comentarios, que  muchos niños en  su imaginario o por comentarios de los mayores, manifestaban que   en el camino tal, le habían salido a tales niños, y llegaban a asegurar haber visto a tan extraños personajes, tal como habían sido descritos por los padres.

En esos años,  la Federación Nacional de Cafeteros, Caminos Vecinales y el Ministerio de Obras Publicas MOP del distrito 4, firmaron un convenio especial para  construir la carretera que de la quebrada  la Mocasía,  por la salida hacia el Endrino, debía llegar hasta el  puente del Limonar en el Lengupá , misma vía que  pasaba por la escuela rural de Miraflores;  para tal fin las entidades en mención, dispusieron de una volqueta, un bulldozer ,un cargador, cada uno con sus 6 operarios, más un veintena de trabajadores adicionales, los cuales como en todo lo que tiene que ver con estas entidades del estado, trabajaban solo cuando  veían llegar al inspector de turno, y el tiempo restante se dedicaban a dormir,   a tomar guarapo, a contar historias y a  enamorar a las muchachas que se acercaban curiosamente a ver cómo eran esas maquinas.

En una de esas historias que salió de boca de uno de los “carreteranos” como se les llamaba, por ser trabajadores de las carreteras,  y que tenia familia en Rondón, Labranza Grande, Firavitoba,   y Jenesano, es de donde sale  la famosa historia de aquellos personajes  tipo Vietnamitas, que salían a los diferentes caminos, para robarse a los niños y luego extraerles la sangre, historia que  fue difundida  en la vereda de Miraflores  y Chapasia, entre padres, profesores, alumnos y  autoridades de manera muy rápida, llegándose a concluir que  el robo de los niños,  era porque  la guerra de Vietnam, al ser una guerra tan cruel, en donde había miles de heridos, se necesitaba mucha sangre,  pero que nadie quería donarla, asi que por eso, se decidió en complicidad con el gobierno de los Estados Unidos enviar comisiones especiales de vietnamitas a diferentes partes apartadas de Colombia,  y entre ellas a Miraflores, para que buscaran de cualquier manera sangre de personas que tuvieran un parecido con la raza amarilla y con los gringos, y fue por eso que aquellos personajes, de contextura  baja, de piel muy amarilla como “anemiados” (Pálidos, desnutridos) de ojos rasgados, cabello liso, que usaban un sombrero grande de ala ancha llegaron allí  hasta las escuelas veredales, para buscar   solo  a los niños de  color mas blanco,  cara redonda, y cabello liso, es decir que tuvieran  algún parecido con  los habitantes de Vietnam, y que gracias a Dios y a la oportuna organización de padres, profesores, autoridades y alumnos jamás  pudieron llevarse un solo niño de Miraflores para el fin que perseguían estos personajes, que en complicidad con los gringos habían llegado de lejanas tierras vietnamitas hasta Miraflores.


Aquellos personajes que padres y  niños aseguraron haber visto,  no fueron más que los trabajadores de la carretera, o “carreteranos”,  que en su mayoría, eran de contextura baja, usaban una vestimenta ancha de color caqui, y sombreros alones, a fin de protegerse del sol mientras tomaban guarapo, o dormían y  la agilidad para perderse entre la maleza o los cafetales, no era más que  la rapidez con que debían esconderse, cuando estaban haciendo sus necesidades fisiologías en un camino y veían venir a algún desconocido; porque esa inesperada llegada  era lo único que les hacia moverse rápidamente y  con ello lograr unas pocas gotas de sudor, mismo, que recogían en un frasquito que siempre llevaban, para luego ser vendido,  a precios exorbitantes; fórmula  que era recetada por algunos yerbateros del pueblo, para la cura del cáncer,  denominado literalmente “sudor de carreterano” y que alcanzaba un gran valor, porque era muy difícil de conseguir, a pesar de que en cada obra había una gran cantidad de trabajadores que  desempeñaban labores en las carreteras  que en ese momento se construían en la región y en todo el país.

domingo, 3 de agosto de 2014

Un juego de golf.

En Miraflores.



El golf, es un deporte élite, que consiste en introducir, una bola  en un hoyo mediante distintos tipos de palos, empleando para ello el menor número de golpes posibles; asi de sencillo es este juego, el cual se realiza en una zona verde  perfectamente cuidada, en donde están ubicados los  hoyos.

Al ser un deporte practicado al aire libre, y por ser el mismo,  un juego, que depende del ritmo del jugador, hace que sea muy estimulante o muy reposado, ya que allí solo se juega contra sí mismo,  y se puede practicar en cualquier época del año y desde la más tierna infancia, hasta muy entrados los años.  Los campos en donde se practica este deporte, tienen como mínimo  9 hoyos y como máximo 18, todos numerados análogamente, pero diferentes entre sí, el espacio entre el tee, de salida y el green, se denomina calle, y esta puede tener diferentes tipos de obstáculos, que hacen  mas difícil la llegada de un lugar a otro ( arboles, lagos, trampas de arena, que se denominan Bunkers) y a los lados de la calle, hay una zona denominada Rough (raf), donde la hierba   no cuidada, dificulta los golpes del palo a la bola cuando esta cae por allí. Una  buena competencia, consiste en jugar 18 hoyos consecutivos, y en otras, se puede jugar a 36, 54,o 72 hoyos, repitiendo en varios días los 18 hoyos con los que cuenta el campo.

Para jugar al golf, se  requiere una serie de palos, compuestos cada uno por una varilla con mango o empuñadura (grip) y una cabeza con la que se golpea la bola, normalmente, la bolsa de palos, está compuesta por cuatro maderas y 10 hierros, los cuales se usan, para diferentes golpes que dan  la distancia bien sea tiros largos, cortos o medios.

Se dice que cada día que pasa,  uno  aprende siempre algo  mas o  por lo menos se entera de algo nuevo,  y cuál fue  mi sorpresa cuando el fin de año del 2013 y primeros días del 2014, cuando   fui a pasar unas vacaciones a mi tierra, me enteré de que allí   se había jugado golf, deporte elite del cual, cuando me enteré, debí buscar al protagonista de tan importante hecho. Después de indagar, e insistir, encontré a la persona que  conocía la historia, de primera mano, y que podía dar razón de donde encontrar a nuestro “Tiger Woods” criollo, nada más y nada menos que el doctor en Ciencias Políticas y Jurisconsulto, Jorge Oswaldo Vaca Huertas, quien fue el guía, y  quien con sus dotes de investigador a lo  Sherlock Holmes,  encontró rápidamente a la estrella, a pesar de que todas las estrellas de este deporte, son bien difíciles de encontrar, y más de entrevistar..

Nuestro “Tiger Woods”, pasó caminando, por el frente del antiguo teatro Esquivel, y fue interceptado por  el Dr. Vaca, quien le solicito nos contara su historia. Pablo, un  hombre tímido, sencillo, humilde y de corazón inocente aun, inició diciendo,  mi padre fue el sepulturero por muchos años, en Miraflores, yo nací y me crié en el cementerio del  pueblo,  y mi padre fue quien me crió, porque mi madre según me contaron falleció al poco de tiempo de que yo naciera,  como  mi padre era tan pobre y no tenia   casa, ni como comprarme juguetes, desde muy niño encontré los míos, eran únicos, originales y muy particulares, “eran los huesos de los muertos” huesos que mi  padre obtenía, de todos los muerticos, que  se debían sacar, de la tumbas para darle paso a otros más recientes que llegaban.

Tuve como cuna una tumba, a la que mi  padre me llevaba el tetero y allí debí crecer hasta que empecé a caminar, cuando ya requería de  juguetes, para divertirme, encontré  mi primera calavera, y con ella como mi mejor  muñeco, jugué, me divertí, y aprendí a quererla, como ahora los niños adoran sus peluches o a su mejor muñeco;  esta fuerte, amarilla y sonriente calavera, fue mi primer balón, mi  primer muñeco y mi primera pelota para jugar futbol, golf  y  a veces beisbol, ya cansado de darle golpes con mis manos y con los pies, opte por conseguir huesos, algunos cortos,  y  otros más largos y otros extra largos como el fémur, y con los mismos le daba golpes  a la calavera, dependiendo a donde estuviera  o a donde quería que llegara; y la hacía rodar de un lugar a otro, para “embocholarla”  (introducirla) en los huecos de las tumbas mas bajitas que estaban sin ocupar; mientras le daba golpes con  el hueso, me gustaba  mucho porque a pesar de tanto golpe que en todo  momento recibía, esta calavera no dejaba de reír.


En mi infancia rompí muchas calaveras y muchos huesos, porque allí en el cementerio debí pasar todo el tiempo, porque no tuve la manera, ni la oportunidad de ir a la escuela a donde todos los niños iban a aprender,  a estudiar y a jugar, luego mi  hogar fue el cementerio, mi  cuna  y mi cama las tumbas, mi profesor  mi papa, y mis juguetes los huesos de los muertos, y después mi trabajo, igual al de mi padre, estar allí junto a los muertos.  Ya un poco más grande deje de jugar con los huesos,  no porque no me siguiera gustando,  sino que  ya tuve que trabajar y no tenía el tiempo para hacerlo, además como todo lo que pasa con lo moderno,  la calidad no es igual a la de antes, por que   los huesos de los muertos de ahora ya no sirven para nada se rompen fácilmente, no era como los huesos de   los muertos de antes, que esos si eran fuertes, muy duros, y duraban más tiempo, aguantando los golpes que les daba a diario, sin que se rompieran fácil y sin que las calaveras perdieran la sonrisa.

Recuerdo que mi padre tenía una bolsa hecha de tela, que  después fue  reemplazada por una  de plástico, en la que guardaba los dientes de oro que encontraba allí en las tumbas, una vez que eran sacadas las osamentas de las fosas.

Los dientes de oro que mi padre tenía guardados, eran muchos, debieron ser como mas de 4 libras,  y nunca supe que se hicieron, pero es muy probable que los haya tomado el sacerdote,  o un abogado de esa época, porque  antes de que mi papá muriera, en una confesión, le comentó al sacerdote de su ahorro, en oro puro,  y a un abogado del entonces, lo contrató para que le ayudara con una herencia una pequeña estancia, que nos dejara  por el lado de Matarredonda, una de mis tías  que  se había ido para los llanos hacía varios  años a pelear junto con Guadalupe Salcedo; después de esto, jamás supe  que paso con los dientes de oro   de todos los muerticos que mi papa guardaba con mucho cuidado, tal vez para dejarme como herencia, para que algún día los nietos, pudieran ir a estudiar hasta que fueran doctores, pero ocurrió lo que jamás  se espera, no sé, si el sacerdote o el abogado del entonces, se debieron llevar las varias libras de dientes de oro cuando se enteraron, bien del pecado de mi padre, o como parte de pago por la defensa de la herencia que nos dejara mi tía.

Debo decir, que esta historia  como muchas otras de Miraflores, no dejó de causarme sorpresa,  y curiosidad, por lo que me tome el tiempo de ir averiguando mas sobre el tema; en efecto encontré a otra persona que me confirmo lo del sepulturero y su hijo, asi como  lo de los dientes de  oro, que celosamente guardaba en una bolsa el sepulturero;  yo llegue a pensar que tal vez el sepulturero obtenía los dientes de oro  usando una pinza o algún alicate  para extraerlos de las calaveras  de los muertos que ya habían cumplido  su ciclo  en un lugar y que luego debían se trasladados a otra  tumba,  pero cuál fue la sorpresa de la versión que  me contara esta  persona, cuando  me conto, que  una vez, estaba jugando con otros niños y  niñas,  allí en el cementerio local,  y se escondieron tras una tumba para ver  con mucho sigilo lo que hacia el sepulturero y vieron como  sacó un muerto  reciente,  y antes de sellar la tumba,    abrió el ataúd, le abrió la boca y   con un ladrillo le dio golpes en la boca hasta que le quitó  los dientes, que luego guardo en una bolsa, en donde habían  muchos más.

También me contó como en varias oportunidades pudieron ver al niño, como jugaba alegre e ingenuamente con las calaveras y los huesos de los muertos que  salían de las osamentas, que  trasladaba el sepulturero  su padre, de un lugar a otro para darle paso a los más recientes;  ella y otros niños más del entonces,  pudieron ver, como aquel niño del cementerio, le daba golpes a las calaveras que hacían de pelota de golf o de beisbol,  con otros  huesos; golpes tan fuertes como los del mejor golfista o beisbolista, que hacían que muchas veces, las calaveras hechas pelotas, se perdieran entre la maleza,  de donde  salían  nuevamente  a punta de golpes, como se hace en las mejores canchas de golf, o  se rescataban, o reemplazaban por otras  calaveras cuando se perdían, o  si era imposible sacarlas de su escondite, pues el reemplazo no era para nada difícil ya que allí  en la ciudad de los muertos,  había un almacén con inagotables calaveras que servían de pelotas, las cuales este  humilde hombre  uso, disfrutó y aprendió a querer, mientras fue niño como sus mejores juguetes. A medida que nos cuenta la historia, nuestro “Tiger Woods”, con melancolía, con los ojos llorosos, y con  un nudo en la garganta, recuerda a su  padre, recuerda su pobreza, su cuna, su cama y sus juguetes, añorando tener algún día, bien la finca que les dejo su tía  como herencia, o poder recuperar las varias  libras de oro transformado en dientes, que su padre obtuvo de los muertos  y guardo celosamente por años, pero que  se perdieron en manos del sacerdote o del profesional que asumió la defensa de su tierra, y  que al día de hoy aun sigue esperando, mientras sus hijos deben vivir en medio de la misma pobreza que tuviera su padre y él en los años pasados, misma que hoy se hace presente  en la otra generación.